sábado, 26 de febrero de 2011

VIDA EN EL CALLEJÓN


  

     En invierno era mucho peor, tenía que estar en casa antes de las 5 o si no ya estaba allí, apoyada en la esquina, en penumbras. Cuando llovía daba más miedo aún verla con el cabello empapado y las rodillas grisáceas como venas.




     A veces daba pasos en círculo y volvía a su sitio. Yo pasaba a dos metros y procuraba no mirar, no se me volvería a ocurrir hacerlo. Era extrañamente guapa, pero lo peor de todo es que tenía los ojos rojos.

           

                                                                                                                                            Jacobo Sánchez                                

NUDILLOS


     Se había vuelto a cortar los nudillos metiendo la mano en el buzón del vecino, le gustaba la revista de pesca de aquel hombre sosegado. Esas truchas arco iris y los siluros de la contraportada no los podía dejar ahí, no podía dejarlos pasar. Le llamaban... ¡ven aquí!


  
  Cuando desistió se subió el cuello del abrigo y salió a la calle. Lo primero que vio fue un tipo con la cara tirando a granate, bajo, sin gesto. No reflejaba nada, no era nadie. Granate, no despertaría ni a un gato con una trompeta, pero tenía un abrigo negro igual que el suyo y eso le hizo plantearse varias cosas, entre ellas una muy gorda.
   El tipo aquel pasó delante de él girando mínimamente la cabeza y susurrándole algo extraño que pudo leer en sus labios.
     - Te crees mejor que yo, lo sé - fue lo que dijo.                                                                                                                                      
     Y el hombre que hurgaba en los buzones no supo qué responder a eso y se dio la vuelta para verle marchar. El viento le azotó en la cara con la mano extendida y le despeinó un poco, casi nada. Decidió entonces seguir a aquel tipo. Bajó por la avenida sin perderle de vista, entró en el mercado y esperó a que comprase un filete rosa. Lo llevaba envuelto en un papel cuando cruzó el parque y saludó a una señora color hueso. Entonces dejó al extraño del abrigo y siguió a la señora. Vio como echaba migas de pan duro a las palomas y esperó a que se fumara un cigarrillo muy largo, del tamaño de un tren de bobinas de acero. Luego se empezó a aburrir y decidió volver a casa, ¿dónde mejor que ahí? Entró en el portal, metió la mano en el buzón del vecino y se cortó los nudillos. Qué puta manía...     
 



                           
                          Jacobo Sánchez
                                                                                                                                                                         © copyright
                                                                                                                                                                     Publicado Año 2010
                                                                                                                                                                Extracto de Filtes de Hígado


                       
                                                                                              

jueves, 24 de febrero de 2011

PAPÁ VUELVE A CASA



    La emisora de música clásica interrumpió la sinfonía nº40 de Mozart para aflojar las noticias de las diez.
      Lester aminoró la marcha, tomó el desvío de la izquierda y condujo hasta el poblado más próximo. Encontró una cafetería y pidió dos hamburguesas con queso y una cerveza, luego fue al servicio y se lavó las manos. Tenía restos de sangre entre las uñas y en los puños de la camisa. Se lavó la cara y se mojó el pelo peinándoselo hacia atrás con un pequeño peine marrón. Tenía todo el aspecto de un mafioso. Se fue a secar las manos pero allí no había ni toallas, ni papel secante ni una de esas máquinas ruidosas que te abrasan las manos.
      Bien, eso ya hubiera sido motivo suficiente para enojar a Lester. Empezaría por arrancar la cisterna, pero justo cuando lo iba a hacer un hombre gordo con camisa y tirantes entró en los servicios y sonrió.
      Lester devolvió la sonrisa y salió de allí, fue en busca de sus hamburguesas y mientras mordía a la primera telefoneó a su hijita de siete años, un ángel rubio con labios rosas.
    
- Papi, ¿eres tú?
- Sí cariño, ¿estás bien?                           - Sí, he hecho todo lo que me dijiste, he cerrado bien la puerta de casa y me he metido en la cama.
- Muy bien pequeña, ahora duérmete.
- ¿Cuándo vas a venir?, tengo  miedo.
- Estoy a dos horas de allí, se complicó el asunto pero no te preocupes, papá te ha comprado un regalo.
- ¿Es una muñeca?                                   - No, es mucho mejor, ahora duérmete y mañana por la mañana podrás verlo.
     - ¿Es una pistola?, yo quiero una pistola como la tuya.
     - Cariño, mi pistola es de juguete ¿recuerdas? Papá vende seguros.
     - Sí, eres el mejor vendedor de seguros del mundo, mañana se lo diré a todos.
     - ¿Sabes que eres la niña más guapa del estado?, pero ahora tienes que dormir porque si no te saldrán arrugas y estarás todo el día bostezando.
     - De acuerdo.
     - Adiós hija.
     - ¿Papá?
     - Dime.
     - Creo que el gato está muerto.
     - Estará dormido, los gatos duermen dieciséis o diecisiete horas al día.
     - No, está muerto, tiene los ojos abiertos y está muy frío.
      El teléfono se tragó la moneda y la conversación se cortó. Lester se ventiló la hamburguesa, pidió otra cerveza y volvió a meter otra moneda.
     - ¿Toni?, soy Lester, tengo a ese capullo conmigo... No, no, muerto, está en el maletero de mi coche, creo que no sabía nada pero me vio la cara... En ese río hay más cadáveres que en el cementerio municipal, creo que a éste lo voy a abandonar en alguna cuneta... Bueno, mañana quería llevar a mi hija al colegio, tal vez a las once pueda.... No hay problema, pero oye Toni, quiero que mandes a uno de los chicos a casa de mi vecino y que degüelle a su perro, creo que ese hijoputa a envenenado a mi gato... No, no era siamés ¿pero qué cojones? ¡manda a alguien inmediatamente!
      Colgar y fulminar  la segunda hamburguesa podríamos englobarlo todo dentro de la misma acción. Luego se quedó un instante pensativo, siguiendo a la enorme cucaracha que paseaba por la barra. Dos vueltas al palillero, amago de comerse un sándwich mixto, meneo de antenas, exploración del terreno y retirada.
     - ¡Camarera!
     - ¿Quiere algo más, señor?
     - Sí, allí ¡atrápela!
     - ¿A quién?
     - Como ponga huevos estará perdida, se infestará el local antes de que pueda freír una maldita tira de bacon.
     - ¿Se encuentra bien?
     - Mírela, ahí está, se ha metido debajo del plato de cacahuetes.
     La camarera levantó el plato y el bicho salió corriendo.
     - Yo no veo nada.
    

     - ¡Joder, es usted una mentirosa profesional, no pienso pagar las hamburguesas, esto está lleno de cucarachas, ¡SEÑORES, DEJEN SUS PERRITOS Y SUS HUEVOS, ESTE LOCAL ESTÁ LLENO DE CUCARACHAS, ENORMES, COMO POLLOS!!
La gente de las mesas le miró y siguió con lo suyo.
     - ¡COMO POLLOS!, -Lester se subió a la barra - ¡SON COMO POLLOS!
     Dos cocineros gordos armados con bates de béisbol salieron de la cocina.
     - Bájate de ahí o te rompo las piernas, - dijo uno de ellos.
     - Haz lo que te dice ahora mismo, - dijo el otro.
     La cocinera se cruzó de brazos con cara sonriente.
     - Te dije que no vi nada, ¿entendido?
     - ¡No, una mierda!
     Lester sacó su pistola y apuntó a uno de los cocineros. Los clientes soltaron sus perritos e intentaron salir corriendo de allí.
     -¡Que nadie se mueva!. Bien, escucha cabrón; quiero que sueltes ese bate ahora mismo.
     El cocinero soltó el bate, más le valía.
     - Tú también.
    Su compañero hizo lo mismo. Luego agarró a la camarera y la llevó hasta la megafonía del local.
     - Bien, ahora vas a repetir conmigo.
     - No me mate por favor – dijo llorando.
     - Oh no, sólo repita conmigo; señores, este local...
     - Este, este local...
     - Tiene cucarachas...
     - Tiene cucarachas – dijo temblorosa la camarera.
     - Como pollos, venga.
     - Como pollos, Dios mío.
     -¡¡¡COMO PUTISIMOS POLLOS!!!, vamos, repite zorra.
    - Este local tiene cucarachas ¡¡COMO PUTISIMOS...!!, no puedo, santo cielo, aparte esa pistola.
     Lester soltó a la mujer que cayó arrodillada llorando, estaba un poco histérica y eso le hizo mucha gracia a un joven que no pudo contener la risa.
Se dirigió hacia él y le puso la pistola a escasos centímetros de la cara. El muchacho apretó los ojos y tuvo unas palabras para con Lester. Escuetas.
     - Lo siento, son como pollos.
     

     Se acabó el espectáculo, salió de allí, arrancó su coche y condujo unos kilómetros por un camino desierto, se deshizo del fiambre...
     - Vamos fiambre, fuera.
     ...Y se dirigió a casa..
     Aparcó a dos manzanas y fue andando hasta el jardín del vecino. Había luz en la sala principal y no se atisbaba perro gris baboso con ladrido seco y feo por ningún sitio, buen trabajo.
     Luego abrió la puerta de su casa cuidadosamente, fue a oscuras hasta la cocina y allí encendió la luz. Lester sonrió.
     - Por todos los santos, estás vivo.
     Efectivamente su gato se movía, ni frío ni nada de eso.
     - Lo siento vecino, te compraré una tortuga.
     Jugó un poco con él, le cepillo el pelo y le dio rosquillas. Luego subió a la habitación de su hija. Allí estaba, acurrucada en una esquina de la cama.
     - Papá ya está en casa – susurró -, y te ha traído el mejor vestido que había en toda la cuidad. Mañana te llevaré al colegio y todas las niñas se morirán de envidia al ver lo guapa que eres.
     Luego se inclinó y le dio un beso en la frente. Un ángel rubio con labios rosas, pero retiró rápidamente su boca, estaba fría. Encendió la luz de la mesilla.
     - ¡OH, DIOS MIO! ¡OH, OH, SANTO CIELO! ¡DIOS MIO, NO!
    La niña estaba blanca, por un lado de la cama colgaba un bracito frágil, delicado, los ojos abiertos, secos.
     Lester agarró a la niña, carne muerta.
     En el patio de al lado el perro del vecino ladró, ¿qué coño ocurría?
     Estampado, con botones en la espalda, era el vestido más bonito de la ciudad sin duda. Una lástima. 

                                                                                          Jacobo Sánchez
                                                                                          © copyright
                                                                                                             Publicado Año 2000

miércoles, 23 de febrero de 2011

POBRECITA




Aquella tripa de niña
navegaba hacia la presa
junto a un palo
junto a un bote de guisantes
y un pez salió del fondo
y besó sus ojos verdes.
Luego llegó hasta el muro 
y se atrancó,
dos hombres la encontraron...

            


         
          ©   Jacobo Sánchez
                    Año 2002



                                                                                                                          

PIENSAS QUE A TI NO TE VA A PASAR...


     Pueden mover sus ojos, grandes y globosos, independientemente, lo cual les brinda una visión de casi 360°, con un pequeño punto ciego tras la cabeza. 

¿QUÉ ES LO QUE FALLÓ?
                                                                                               
                                                                                          foto Jacobo Sánchez
                                                                                       Camaleón tieso en carretera almeriense 
                                                                                                                                                                       Año 2010
                                                                                                

lunes, 21 de febrero de 2011

LO SABÍA EL MIRLO


     

     Nadie sabía exactamente qué es lo que le había ocurrido a aquel tipo. Me refiero a que no parecía del todo normal que se sentara en las azoteas con esa especie de caperuza de cetrería en la cabeza y empezara a charlar con las palomas. Hablaba de la selva y de cómo los ríos arrastraban todas esas botellas azules de suavizante vacías. Con un pájaro hablaba, con las hormiguillas...¡Qué le importaría al mirlo las corrientes marinas o el ADN de un mono! Decía que el Día del Mar estaba ya cerca y que él ya no estaría allí para verlo.
     - Chico, el Día del Mar está cerca.
     - Ya, y tú no estarás aquí para verlo, ¿verdad?
     - Ehh..., creo que no.

     A veces saltaba por los bancos de los parques y asustaba a los niños con su caperuza, nadie le vio nunca sin ella.
     - Sé quién eres - le dijo una niña con su carnecilla cruda-, sé qué vives en el bosque y comes lombrices.

     Bueno, alguna lombriz que otras se había zampado, sí, pero no vivía en el bosque. El hombre de la caperuza tenía casa y tenía dinero y había estudiado cuando era joven. Sabía tantas cosas que ya no podía aprender más. Si aprendía una cosa nueva se le olvidaba una vieja, funcionaba así. Si pides una cerveza fría debes dejar la caliente.

     Un día le seguí calle abajo, escondiéndome entre las farolas y los árboles y vi cómo se quitaba su caperuza a la orilla del río. Se mojó los ojos y su amarillenta barba y pensé que si algún día perdía el mismo tren mil veces seguidas, si me atacaban seis o siete desgracias a la vez o si antes de caer al suelo ya me estaban levantando para atizarme de nuevo, yo también podía acabar en un parque con un gorro de cuero asustando a los muchachos. Las cosas a veces se tuercen como plátanos.


     La señora que afilaba tijeras le vio una noche cuando sacaba su basura. Estaba de pie, en medio de la acera, en medio de su camino, con su caperuza y su gabardina moviéndose al viento. Los zapatos limpios como las piedras de un arroyo. Guantes marrones. Algún detalle más.
     - No se asuste señora - dijo.
     - No me asusto.
     - El Día del Mar está a punto de llegar.
     - ¡Oh!
     - Ahora tire su basura y permanezca alerta.

     Nadie sabía exactamente qué es lo que le había ocurrido a aquel tipo que pensaba por el día y silbaba por las noches, que decía que volar era tan fácil como apagar velas con los pies. A veces se le oía cantar con un tono grave mientras bajaba la marea. Cuanto más lejos  se iba la mar más grave se volvía su tono y parecían escucharle los pesqueros que guiñaban sus faros.

     Una tarde gris que estaba intentando asustar a unos niños que le tiraban de la gabardina, tropezó y se golpeó con la cabeza en un banco. También se despellejó un codo bastante, pero de eso ni se dio cuenta hasta que no llegó a casa exhausto, huyendo de los médicos de una ambulancia que alguien había llamado. ¡Podrían quitarle su caperuza! Todos sabrían quién era. Él, que hasta tenía un carné de identidad de color negro y difuminaba sus retratos, que se ralló las manos con una lija para no tener huellas dactilares y donaba litros de sangre para intentar perder su grupo sanguíneo. ¡A él le iban a quitar su caperuza los hombres de la ambulancia! Ingenuos...

Nos acompaña la luna     Esa noche subió al tejado y colgó de la azotea sus piernecillas. Al llegar la media noche silbó una melodiosa canción que el pueblo, y los niños del parque, y la señora que afilaba cuchillos y tijeras, y los hombres que cogían peces con sus redes, y yo, que ya había recogido mis cosas de valor y me disponía a ir lo más lejos posible, pudimos oír. Había una calma aterradora y era oscuro el cielo, muy oscuro. El Día del Mar estaba cerca y ni él ni yo estaríamos ya allí para verlo.


                                                                                 Jacobo Sánchez
                                                                                     © copyright
                                                                                       I Certamen Nacional Relatos Ultra Cortos
                                                                                    Publicado Año 2006



viernes, 18 de febrero de 2011

UN EX-CAPITÁN MEADO

     En la pensión de Amanda no cabía ni una persona más, pero no porque estuviera viviendo sus mejores momentos de ocupación, sino por el simple hecho de que sólo había una habitación en alquiler, aquella del fondo, aquella pocilga sucia y mal empapelada, aquella cueva sin estufa, la morada de Satán... De todos los inquilinos que habían habitado en ese infierno gélido Berny era el que más estaba aguantando. Desde luego los tenía bien puestos. O tenía una gran fuerza de voluntad o era un mártir que pretendía ser beatificado. Tal vez quisiera hacerse un hueco en el libro de los record, quién sabe.
     - ¡La virgen borracha! -dijo Amanda a su amiga Sara-, no sé cómo puede aguantarlo, no tiene calefacción, no tiene agua caliente, nunca baja a comer... Se pone su sombrero marrón y su traje roto y se pasa todo el día en la calle.
     - Y ese tal Berni, ¿en qué trabaja? -preguntó Sara.
     - ¡Oh!, no trabaja. Berny es un anciano, tiene 79 años, pero el muy cabrón tiene pasta. Todos los meses le subo el alquiler y no dice nada, siempre me paga puntualmente. Creo que luchó contra los alemanes en la II Guerra Mundial, debía ser capitán o algo así.
     - ¿Y qué demonios hace viviendo aquí? Si tiene una buena pensión, ¿por qué no se compra un piso?
     - No lo sé, Sara. No es más que un viejo loco.
     Amanda y Sara siguieron desplumando al pollo en la cocina.


************************************************************************************************

     Berny, 79 años, ex capitán del ejercito de los Estados Unidos, combatió en la II Guerra Mundial contra los alemanes. Estaba allí, sentado en la barra de aquel bar, con una cerveza. Berny y su cerveza, siempre los dos.
     - ¡Eh, oiga abuelo!, está borracho, -dijo el camarero-, váyase a casa y duerma un poco.
     Berny le miró y se meó encima. Su orín se fue extendiendo por la tela de sus pantalones y finalmente se formó un pequeño charco en el suelo. Sonrió un poco y pasó su bufanda alrededor de su cuello, luego sacó un billete empapado de su bolsillo y lo puso en la barra. El camarero lo cogió. Pronto notó algo raro.
     - ¡Joder! ¿qué coño me das? Esto está húmedo, ¿no te habrás meado, eh abuelo?, dime, ¿te has meado?
     - Dame otra cerveza, soldado - dijo Berny.
     - Oye abuelo, te voy a partir el culo a patadas, ¡te has meado en mi bar!
     - ¡Sírveme una birra y ponte firme!
     El camarero saltó la barra, agarró a Berny por el cuello y lo sacó del bar violentamente.
     - ¡Puto chiflado! - gritó-, no vuelvas más.
     Allá fue a buscar algo de serrín para limpiar el charco de Berny.

************************************************************************************************

     - Oye Amanda, ¿por qué no entramos en su habitación a ver que tiene?
     - No creo que eso sea una buena idea, Sara.
     - ¿Y si tiene ahí dentro un misil teledirigido?
     - No lo tiene.
     - ¿Cómo puedes estar tan segura? Tal vez tenga pelos del bigote de Hitler, eso valdría una pasta en cualquier subasta.
     - Mira Sara, si quieres ver lo que hay en esa habitación entraremos, pero sólo un vistazo, sin tocar nada, un minuto, ¿de acuerdo?
     - De acuerdo.
     - ¿Me lo prometes?
     - Te lo prometo.
     - ¿Me lo prometes?
     - ¡Que sí! Pesada...
     Amanda fue a por su juego de llaves mientras Sara daba saltitos impaciente.
     - Vamos a desmantelar tu bunker, viejo cabrón - decía.



************************************************************************************************

     En la taberna de Sam cuatro muchachos jugaban a las cartas en una mesa cuando Berny entró. Se quedó allí un rato, sin avanzar, sin mover un solo músculo.
     - Tsss, mira Toni - dijo uno de los jóvenes-, ese anciano apesta a carne rancia.
     - ¡Escuchadme Compañía! - dijo Berny dirigiéndose a ellos-, cubrid la retaguardia mientras me tomo siete cervezas.
     - ¡Lárgate de aquí, viejo meón!
     - ¡Sí!, vete a un callejón y jódete a un gato.


************************************************************************************************

     Abrieron la puerta y entraron en la habitación.
     - ¡El pesebre en llamas! - exclamó Amanda-, huele a bacon y a moho.
     - ¿A qué huele el moho? - preguntó Sara.
     - No sé, es una mezcla de olores entre un armario viejo y una lata de guisantes vacía, ¿comprendes?.
     - Creo que sí. Veamos lo que hay en ese armario.
     - Dijimos que nada de tocar, ¿recuerdas?. Además Berny estará al caer.
     - Venga, sólo será un instante. ¡Dios mío, qué frío hace aquí! ¿cómo puede aguantarlo?
     - Sara, éste tío ni siente ni padece. Es carne muerta errante.
     - Qué bien hablas, Amanda. A veces me sorprendes.
     - Bueno yo... - se puso roja.
     - Voy a abrir el armario - dijo Sara-, prepárate.
     - No lo hagas, me lo prometiste.
     - No te prometí nada, ¡voy a abrirlo!
     - ¡Noooo!
     - ¡Allá voy!
     Lo abrió...
     - ¡Gaspar empalmado! - bramó Amanda.
     - ¡Tres litros de mierda! - aulló al viento Sarita-, ¡llama a la policía Amanda, llámala ya, maldita sea esta pensión de los huevos!
     - En el nombre del Padre, del Hijo y del Santísimo Espíritu - rezó Amanda claramente conmocionada-, sería mejor que avisáramos a un cura y a la prensa.
     - No sé, voy a vomitar hasta por la nariz, tengo frío, estoy débil, me mareo.
     - Y yo.
     Cayeron al suelo. Sara aún tenía plumas entre las uñas.

                                                                                         
                                                                                           Jacobo Sánchez
                                                                                                © copyright
                                                                                                Año 1998


                                                                                              




Filetes de Hígado

     Mi primera novela publicada "Filetes de Hígado" da nombre al recién estrenado blog. Pronto iré colgando míticos relatos publicados, como "¡Pollos! ¡pollos!", "La melenilla amarilla", "La noche que se secó mi tortuga", "Papá vuelve a casa", "Dos hermanitas asquerosas", "La cuna de la basura" o "Lo sabía el mirlo", así como algunos poemas extraños de la colección "Soy gris" y un avance de mi nueva novela aún sin título.
      Os quiero ver a todos ahí criando dioptrías. 

(click abajo para comprar el libro)
http://www.nuevosescritores.es/libros/filetes-de-higado.html
http://www.agapea.com/libros/FILETES-DE-HIGADO-isbn-8492732555-i.htm


Sinopsis:


El motor de la izquierda se paró bruscamente y todos los pasajeros se miraron. El motor de la derecha se detuvo silbando y todos los pasajeros miraron a la azafata rubia.


El avión cae en barrena y se precipita de la misma manera que lo hacen una tras otra, las distintas historias de esta caleidoscópica novela repleta de olores, inspiradas comparaciones , perturbadoras situaciones salpicadas de humor ácido y personajes al borde de casi todo:
El viejo Fred acercándose al fin de sus días ; El ladrón de correspondencia dejando la sangre de sus nudillos en el buzón del vecino; La policía y los secuestradores; Las afiladas piernas de Guadalupe… y salpicándolo todo, la silenciosa aparición del  señor Filetes de Hígado del que nada sabemos pero queremos adivinar.
Relatos inconexos que logran poco a poco unirse  con el pegamento de la muerte,  presencia constante que va hilando una trama siempre acompañada del miedo, la suerte, el inapelable paso del tiempo y los guiños a la carne.

Jacobo Sánchez observa la realidad robando datos que reboza luego en la ficción que más le divierte, y nos la ofrece de manera tal, que al terminar cada historia tenemos la sensación de haber acariciado un momento fugaz pero intenso, como cuando apretamos los dientes para no chocar nuestro coche contra la columna de algún parking subterráneo.

                                                                                                                                         
                                                                                                                                       

jueves, 17 de febrero de 2011

ALUMBRAMIENTO

     Había estado tomando vinos por ahí, tampoco demasiados, pero había estado tomando vinos por ahí. Entonces volvía para casa con los cuellos del abrigo subidos y encorvado por el frío, como un signo de interrogación. Aligeré el paso y atajé por el medio del parque, tenía que llegar a casa y hacer trece cosas antes de acostarme, y una vez acostado tenía que dormir   para que mis ojos no dieran mucho miedo a la mañana siguiente. Además no quería llegar muy tarde porque mis vecinos llevaban discutiendo a gritos por entregas, y la cosa se estaba poniendo interesante. Iba ganando él por el momento, ella anda por ahí sin trabajo desde hace meses y por ahí se las cuela todas él. A ella la entiendo mejor pero las voces de él no pueden  con el tabique del salón.
     Una vez en casa la pereza me mordió un pie y las trece cosas por hacer siguieron siendo trece, pero...¿y si creo un blog en lo que mi vecina le taladra la oreja al tipo que vive con ella? Dicho y hecho, ahí lo tienes. Enciende el ordenador, pínchalo y ya es tuyo, lo es.