viernes, 25 de marzo de 2011

SE POSÓ EL JUEVES

  
  
     ¡Qué envidia de la mantis religiosa! Estaba sobre la piedra ayer, y también antesdeayer. No tengas prisa pequeña, total, ¿qué importa dónde vas? A otra piedra, a una caja de cartón, a una reja oxidada o a un palo seco. 
     Sí, un palo seco está bastante bien, oliendo a confesionario viejo, al armario de tu abuela... Olores entrañables, de pinos lejanos, de bodegas húmedas o almohadas de lana. Aunque tal vez no huelas nada, al fin y al cabo eres un organismo muy simple, una pajita verde con brazos de boxeador. Pero tú no tengas prisa, tú ahí quieta, a digerir el tiempo. Eres buena en eso. 
     Serías perfecta si tuvieras ojos de ternero. 
  Oye mantis, ¿te imaginas a todos los humanos con ojos de ternero? Por el metro corriendo, rodeando la Meca o fumando en los cafés del puerto. 
    Mira, yo te llevaría a mi casa en mi tubo porta-insectos, pero mi madre es mayor y se asustaría. Probablemente llamaría a los bomberos. 
     ¡Qué envidia me das, mantis! Si yo fuera tú me posaría en un rosal. 



Jacobo Sánchez
© copyright
Publicado Año 2010
Extracto de Filtes de Hígado

jueves, 24 de marzo de 2011

PLANETA MORIBUNDO




La luna ha cascado en dos partes
el cielo se ha muerto despacio
y está tronando desde ayer
pero yo no siento miedo
he visto cosas peores
en la Costa del Terror
donde vive Dios enfermo 
donde los niños nacer muertos
donde una espina es una rosa
y un cuchillo es una flor.


                             Jacobo Sánchez
                                    1999

miércoles, 23 de marzo de 2011

DE PRONTO

De pronto crujió el cielo
bramaron allá arriba
y Dios vomitó quisquillas peladas
o gambas
o qué demonios era aquello...


Debía tratarse de otra plaga 
pero aquí abajo
el temor es de cartón
pues tenemos pesticidas y venenos
química corrosiva y mala
o palas para hacer fosas comunes
y enterrar tu corazón.


Tenemos vino y rhon 
la sustancia de su aroma
y la esencia de tu olor.


Dios ya no es el que era
Dios bien puedo ser yo
pues te ordeno que me beses
y tú cumples mi palabra.



                                                                                                                         Jacobo Sánchez
                                                                                                  1998 Al despertar en medio de una tormenta eléctrica.

jueves, 17 de marzo de 2011

PLAYA DE TRONCOS

     Había oído que existía, que había una playa donde los troncos se bañaban por la mañana y luego volvían a sus laderas a esperar y esperar, a consumir los últimos días. Sólo los troncos sin raíces lo hacían y después de mucho caminar por fin los encontré. Había muchos por allí, unos dentro, otros vigilando fuera. No se me olvidará el ruido que hacían al caminar.


           Jacobo Sánchez 2011
foto Jacobo Sánchez 2010 (embalse valdecañas)

lunes, 14 de marzo de 2011

TRAPO

     Los vecinos seguían a lo suyo, no paraban de discutir. Esta vez era por un viaje al extranjero y un abrigo que se había comprado ella, más caro que una llanta de aleación. Me cansaba todo aquello ya, así que subí un poco la música de Lisa Ekdahl para apaciguar y fui a la cocina a por una cerveza, entonces un trapo me atacó. Se tiró contra mi pie y se enredó un poco. Un trapo de colores, un poco feo. Uno no sabe bien qué hacer cuando le ataca algo así, me refiero a que no es muy normal y aunque no pica aprieta, menos que un pañal para niños, pero aprieta. Lo recogí del suelo y le dejé pillado con la puerta del horno, agarré una cerveza fría y al salir de allí me atacó de nuevo por la espalda, restregándose fuerte por la nuca y una oreja. Ya se estaba pasando un poco.



Jacobo Sánchez  Marzo 2011

domingo, 13 de marzo de 2011

CAPÍTULO 23 (nueva novela aún sin título)



     La bañera de Esmeralda era vieja y grande, con patas retorcidas. A menudo un bicho plano con demasiadas piernas y una especie de tenaza rematando su cuerpo gris, se atrevía a adentrarse hasta el medio de ella saliendo desde el desagüe. Si notaba la presencia de Esmeralda por allí cerca salía perdiendo el culo hasta su agujero y entonces ella abría el grifo del agua caliente y dejaba correr toda aquella cascada tibia unos minutos, intentando arrastrar a ese ciempiés escurridizo hasta el mar, pero siempre volvía al cabo de un par de días. Plano como un rodaballo, siempre andaba por allí, cerca de la mancha marrón que dibujaban las gotas que saltaban desde el grifo cada cierto tiempo. Saltaban de una en una porque si no no serían gotas, serían chorros, y ellas querían ser gotas, independientes. 

     Esmeralda bautizó al bicho “tijeras”, por el utensilio que llevaba pegado al culo. Siempre que iba a ducharse estaba por allí dándolo todo, de regreso. A veces hablaba con él. 
  
   - Tijeras, eres un tipo con suerte. No sé cómo lo haces, pero eres un tipo con suerte. 
     El bicho escuchaba ya desde su agujero, a salvo, mojado. Distancia por si acaso. 
     - Me caes bien, además no me das miedo. 
    Luego se quitaba la ropa Esmeralda y su piel estaba impregnada de todo el sol de México. Le hubiera gustado tener la piel gris, como la de Tijeras. A Tijeras le hubiera gustado ver su cuerpo de arcilla, pero iba ya camino del océano hecho una bola. Saldría también de aquella. 


                                                                                               Jacobo Sánchez


jueves, 10 de marzo de 2011

UN BÚHO


A las seis en punto he visto un búho
y junto al búho una lechuza
allí quietos los tres
a las seis en punto.
Mis ojos, sus ojos, los del otro
sus pechos, sus picos, mis pestañas
duelo de miradas fijas.
A las seis en punto he visto un búho
¿sabes de qué estoy hablando?
Ni siquiera era de noche...




                                                                                     Jacobo Sánchez
                                                                                   Año 2011

martes, 8 de marzo de 2011

MIEDOS


     Joder, ¡qué puto miedo! Alguien se escondía en el trastero por las noches y daba pasitos pequeños y rápidos que se escuchaban en el piso de abajo y se metían en la cama de la pequeña nena. Se echaba los rizos por la cara y cruzaba los deditos de los pies, así se creía inmune al taconeo veloz, a los botes de aquella especie de canica, a ese suspiro lastimero... 


     Así pensaba que todo aquello pasaba de largo sin hacerle nada, pero también sabía que la tierra era redonda, como la canica que botaba, y que todo volvería a pasar por su cama al día siguiente. 
     Vaya puto miedo hasta para un hombre hecho y derecho, un nuevo ruido se había unido a los demás, un ruido de puerta a media noche. Alguien salía del trastero y no sonaban tan fuertes los pasos. O se había cosido filetes en las suelas o iba descalzo hacia las escaleras. ¿Por qué tanto sigilo?, ¿Qué piensas pequeña nena?, ¿Por qué no sueltas al burrito de trapo? 

     Un aroma a filete de hígado inunda la habitación. Yo creo que está ahí. 


Jacobo Sánchez
© copyright
Publicado Año 2010
Extracto de Filtes de Hígado

viernes, 4 de marzo de 2011

FILETES DE HÍGADO

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filetesdehigado@hotmail.com (contacto con el autor y ejemplares firmados)


AQUELLO

     Agotado, el día se había cebado demasiado conmigo y la cabeza podría explotarme en cualquier momento. Decidí que lo mejor sería tirarme en la cama vestido y dejar que el tiempo se encargara de todo, había funcionado otras veces. Entré a mi dormitorio y me tiré boca abajo con los brazos abiertos, reboté un poco. Entonces noté un bulto arropado, moví un pie y toqué otro pie. 
     - Tssss, hazte para allá - me dijo aquello.
     Esperé un rato extrañado, no se movía, no respiraba muy fuerte, no me molestaba. Suficiente para poder dormir, ya hablaríamos por la mañana...



Jacobo Sánchez
   Año 2011.

jueves, 3 de marzo de 2011

PULPO

     A las tres de la tarde Samuel decidió que ya era hora de salir de su sucia cama y empezar a arrastrarse por el mundo.
     A las tres y cinco aún no lo había hecho, estaba muy ocupado contemplando la gotera de su habitación. Si se quedaba un buen rato quieto con la vista fija en la mancha de humedad podía ver como aumentaba, y es que el vecino de arriba debía haberse muerto mientras se estaba afeitando y el agua del lavabo había rebosado anegándolo todo. El pequeño apartamento de Samuel no era de lujo. El pequeño apartamento de Samuel formaba parte de un perfecto bloque rectangular sin personalidad construido en la periferia de una ciudad dormitorio en tiempos de expansión del país, cuando existía una gran demanda de vivienda. Podría decirse que su techo llevaba los materiales más baratos de la época. Algo así como un paquete familiar de tostadas integrales pegadas con mantequilla. Así estaba el asunto; materiales de la peor calidad y el vecino de arriba desplomado en el suelo con los grifos abiertos de par en par.

     
     Pero bueno, Samuel puso sus piesecillos en el suelo y articulando sus débiles rodillas llegó al cuarto de baño, se peinó y perdió la hostia de pelos. A pesar de su edad estaba ya avanzadamente calvo.
     - Estoy avanzadamente calvo –  dijo.
     Después se examinó las encías en el espejo.
     - Tengo las encías desahuciadas – susurró.

       Se olvidó de su físico y se desayunó una lata caducada de pulpo en conserva mientras ojeaba el precio de las acciones de las industrias químicas en un periódico pasado de fecha. Cuando se cansó de todo aquello rebuscó una colilla en el cenicero de la cocina y logró apurar un par de caladas. Se asomó a la ventana; tres niños jugaban con sus peonzas mientras se escupían, el vecino arreglaba la antena, el sol tan débil como él...
  

      Puede que en el bar de la esquina quedase algo de comida caliente.
     - Un filete – pidió Samuel.
     - ¿Con patatas?
     - Sí, patatas.
     - ¿Lechuga?
     - Vale, lechuga.
     - ¿Tomate en rodajas?
     - No. No tengo tanto dinero.
    Primero llegó el vino. Luego llegaron filete y patatas, pero vino ya no estaba allí para hacerles compañía. Esas cosas suelen ocurrir, ahora se acercaba el turno del camarero. Entró en escena con la nota y esperó inmóvil el dinero.
   - Cuando un hombre pierde el rumbo en la vida –  dijo Samuel -, cuando una persona está hundida, cuando te quedas sin huevos para el desayuno o cuando no tienes con qué cortarte las uñas de los pies, un buen filete te hace amar la vida de manera especial.
     El camarero no entendía bien todo aquello, sólo quería cobrar.
     - Oye tío, no me cuentes el cuento del lobezno y págame –  dijo.
     Samuel aflojó el dinero y volvió a decir unas palabras.
     - Nunca compares un filete con un cortaúñas.
     - Nunca vuelvas a pisar este local.
    El día se estaba poniendo muy feo, el cielo se cubrió con unas nubes de un gris aterrador, y Samuel, que andaba lento por la acera chupando un palillo plano se sintió triste de repente y comenzó a llorar. ¿Por qué le había tocado a él vivir así? ¿por qué le ignoraban las mujeres? ¿quién se había llevado su suerte? ¿dónde andaba cuando repartieron las almas? Alguien se movía por la ciudad con su dosis de buena suerte mientras él se arrastraba por los guetos con una doble ración de desgracias. Tenía la colección de imprevistos más grande del mundo. Samuel era casi un hombre de interés turístico nacional. No pudo contenerse y lloró y lloró bajo la fina lluvia, entonces el agua empezó a filtrarse por la suela de uno de sus zapatos. Las cosas seguían torciéndose y las campanas de la iglesia dieron las diez. Samuel fue a casa y se preparó un bocadillo de pulpo caducado. Aún le quedaban tres latas y otra de lomos de caballa en aceite vegetal. Envolvió su cena con el periódico viejo y se fue a trabajar. Sus compañeros de trabajo eran como él, una auténtica patrulla de criaturas dejadas de la mano de Dios. Allí estaba en su salsa, incluso podían hablar de mujeres y de coches de gran cilindrada. Cuando terminaron de ponerse el traje amarillo de bandas luminosas y los guantes grises salieron a esperar al conductor del camión y se engancharon en la parte trasera dispuestos a limpiar de basura la ciudad. Siguieron fieles la ruta habitual vaciando los contenedores. Samuel rebuscaba entre las cáscaras de huevo y las botellas de aceite su oportunidad. Oyó que una vez un tipo se encontró un maletín con una cantidad de dinero importante tirado en la basura. Él encontró en una ocasión un osito de peluche con el hocico lleno de mayonesa y una pata amputada. Eso no le sacó de pobre pero le dio un toque muy personal a su salón.
     Hacia la media hora de la recogida, Samuel empezó a encontrarse mal. El pulpo le estaba pasando factura. Vomitó sobre un zapato de charol sin tacón y siguió con su trabajo. Al cuarto de hora vomitó de nuevo sobre las rodillas de su compañero y luego sobre un bote de crema solar de protección siete. Aquel pulpo parecía estar agitando sus tentáculos dentro de su estómago.
     - Llevadme a casa, por favor.
     - Ni hablar Samuel, aún nos queda el barrio chino.
    Vomitó sobre dos jeringuillas y unos restos de cerdo y arroz y aletas de tiburón.
     - Quiero irme a mi casa.
    - Mira Samuel –  dijo su compañero -, el polígono industrial es una de las zonas más jodidas  y no pienso currármelo yo solo.

   

     Samuel se deshizo de su bocata y se trabajó el polígono a medias con su compañero.
     - Nos queda el mercado y la fábrica de chorizos.
    Tuvo que tragar también con eso, su compañero no era una buena persona, de hecho había estado en la cárcel por incendiar una tienda de ropa para bebés. Samuel se acercó hasta la puerta trasera de la fábrica de chorizos a coger el contenedor y allí se encontró a dos jóvenes borrachos meando en la esquina.
     - ¡Eh, David! Mira, eso –  dijo uno de ellos al ver a Samuel -, corrígeme si me equivoco, pero ¿no es ese el Capitán Abejaruco?
     - No lo sé, tío, es amarillo pero no parece que lleve sus zapatillas con muelles.
     Samuel se quedó mirándoles y vomitó un poco.
     - ¡Hostias David, te dije que era él! ¡Vámonos perdiendo el culo!
    -¡ Dios mío! Ha echado su compuesto corrosivo, ¿tu crees que nos succionará la sangre?
     - Yo creo que nos llevará a su panal y nos dará por el culo.
    Samuel cogió el contenedor y se lo llevó hasta el camión para vaciarlo. Los dos muchachos resoplaron aliviados.
     - ¡Santo Cielo! Hemos librado de milagro.
     - Tal vez no tuviera hambre.
     - Un momento, David, ¿no es esa la nave del Capitán Corteza?
     - Demonios, no te muevas. Puede que pase sin vernos...      
   Después del almacén de pescados y el hogar del pensionista Samuel pudo regresar a su casa. Subió las escaleras derrotado, hurgándose las encías. Sangraba de nuevo. Le gustaba el sabor de su sangre. Por fin cayó en su cama y permaneció inmóvil durante un tiempo. Después abrió los ojos y observó la gotera. Había aumentado considerablemente en su ausencia, pero eso apenas tenía ya importancia. Mañana hablaría con el vecino.
     O tal vez no.


Jacobo Sánchez
 © Año 1999