miércoles, 14 de septiembre de 2011

VIDA Y MUERTE EN LA PELUQUERÍA DE SIEMPRE

     Te ves de repente en un bar bebiendo vino y fumando cigarrillos y no sabes qué haces allí si habías prometido que esa tarde harías algo de provecho. Te miras en el espejo del fondo de la barra y ves que tienes el pelo un poco descuidado, así que vas a la peluquería. Pasan los años y el peluquero siempre está allí, tú te crees que no se ha movido de allí nunca, que duerme en un colchón hecho de los pelos que recoge, allí en una esquinita. Que le traen el desayuno a su local para que no salga de allí. Tiene mil historias que contar, habla mucho, de sitios lejanos y de cosas que ha visto. Tú supones que las ha visto en las revistas, tiene miles, si no de qué...

     Te corta el pelo a navaja, a tijera, maquinilla, te deja la patilla como un dado de cuadrada y el tipo huele a tabaco y a champú de manzana.

     Es entonces cuando se te posa una mosca en el brazo y la espantas con un leve movimiento, pero vuelve, y la espantas y vuelve, y la espantas y vuelve y ya pasas de todo, sólo la observas y piensas cómo la evolución ha podido tomar caminos tan diferentes. Comprendes en ese momento que Dios no existe, o sí existe, pero que cuando te vas por la espiral no te va a llevar a su vera, porque también deberían estar las moscas y las mantis religiosas. Estaría por allí un topo, una nutria, un jilguero y el gran lince albino. Claro, no podría discriminarlos, ¿por qué ellos no y tú sí?. ¿Quién es más hijoputa, un barbo asfixiándose en el légamo de un pantano o un delantero centro? Piénsalo bien... Si acaso existe Dios es sólo para crearte, para cuando te deshidrates como una hoja de tabaco y te oxides como una guadaña, él ya se habrá desentendido de ti. De hecho, en cuanto naces ya se desentiende de ti.
     - La patilla, ¿cuadrada?
     - Ehh, ¿decías...?
     - La patilla, ¿te la dejo cuadrada, de pico, rebajada?
     - Haz lo que quieras, de veras. He perdido la fe.
     - ¿En Dios?
     - No, en ti...


texto JACOBO SÁNCHEZ
septiembre 2011

jueves, 8 de septiembre de 2011

LOS AMARGADOS


   
       Una amiga vino a buscarme y me invitó a un café, con hielo, con una rodaja de limón, y me dijo que tenía una flor en el culo. Luego dejó el dinero sobre la mesa y se alejó por la acera hasta que la avenida se la comió, así que volví a casa cruzando el parque sin darle más importancia a sus palabras.
     - Tienes una flor en el culo y no es casualidad -fue exactamente lo que dijo.
     
     


     Cinco de la madrugada, debí haberme tomado una cerveza. Si tengo metabolismo de lechuza debí haberme tomado una cerveza, así que allí estaba dando vueltas en la cama, rebozándome entre sábanas. Las madrugadas son caprichosas y extrañas como un pensamiento, así que me dio por pensar en las personas amargadas que conocía, y eran varias. Pronto descubrí que todas tenían una cosa en común que no era otra que un orgullo incurable. Su amargura venía por una mala decisión, por haber renegado de algo o alguien, por tener culo de paja y no acercarse a la candela. Todas estas personas tenían el mismo rostro estático, sin arrugas de no gesticular, lo más parecido a un fiambre reciente. Pálidos como el interior de un coco, necesitan casas grandes, de 120 metros cuadrados, de 180 metros cuadrados para que las cuatro paredes de sus cuartos no les ahoguen. La mayor ilusión de un amargado es que suene el teléfono de una puta vez pero eso no suele ocurrir. El amargado suelta esporas que caen sobre ti si pasas tiempo con ellos, lo notas en la piel como la humedad de los puertos, se agarra como el olor del aceite quemado al pelo, te quiere contagiar. Cada año de vida de un amargado son dos años para su físico, cada palabra suya es una sentencia, un epitafio, palabras densas que te agobian como una manta vieja. Viven en portales oscuros con buzones viejos sin nombre, visten de gris, tienen el pelo gris, tienen un gato gris, se les notan las venas grises. Te sustraen la energía. Les da rabia que tú seas de color marrón con labios rosas, les molesta que el sol salga todas las mañanas y que no anochezca a las doce del mediodía. 

    
     Debí haberme tomado una cerveza, si tengo metabolismo de lechuza debí haberme tomado una cerveza...

texto JACOBO SÁNCHEZ 
Septiembre 2011