lunes, 4 de septiembre de 2017

EL HUECO QUE DEJA UNA SONRISA

     Era perfecto estar sentado así, allí, aún... No parecía muy preocupado por el movimiento de la arena, de las olas y de las tragedias de los demás. Sentado allí, así, aún, su cuerpo se iba tostando al son del viento que venía viajando cansado, moviendo los pies sobre el agua, desde ultramar directo contra él. Le envolvía, le bordeaba y él respondía subiendo el volumen de su música interior como si las cosas no fueran importantes. 
     Era genial estar feliz allí, así sentado, aún. No pensaba volver hasta que los días empezaran a perder horas por el camino, hasta que la temperatura hiciera temblar a un niño. Había comenzado el recorte ya y sabía que el invierno iba a ser duro y largo, como frases que no quería escuchar. Aún así no pensaba agarrarse a  una compañía desesperada como los demás. Había visto apagarse muchas sonrisas perfectas así, había visto elegir mal tantas veces que ya no sentía lástima por nadie. Sabía que la desesperación del tiempo atacaba a las personas y no había vacuna, sabía que los más débiles cogían una manzana del cesto antes de que se acabasen y salían corriendo a comerla a una cueva, aislados, sonriendo, rezando para que no tuviera un gusano. Nadie deja manzanas jugosas sin gusano, es sólo que está escondido ,vestido de gala para la ocasión, perfumado, empapado en menta y chocolate. Brillando en el expositor. 
     Era agradable gastar tiempo sentando allí, así, aún. El secreto era contemplar la manzana durante un tiempo para no perder la sonrisa, tener paciencia. El secreto era estar allí tostando el envoltorio, oliendo el mar, subiendo el volumen para no escuchar lamentos. 
     Le gustaba estar sentado allí, así, aún, mientras le llegaba el aroma de los puestos de comida del puerto, de las brasas y los pescados sudando encima. De la sal y del limón, de las especias. 
     Era pronto aún para cenar, esperaría a Orión y a las demás, luego se pondría su jersey azul y sus gafas nuevas. Sacaría la parte de abajo de su camisa por fuera del jersey, le gustaba llevarla así. Le gustaba llevar el pelo revuelto y afeitarse mal. Le parecía divertido no prestarse atención. Le parecía divertido también sacarle la lengua a un niño pequeño cuando se cruzaba con alguno por la calle, sin que le viese su madre. Les sacaba la lengua, les arrancaba una sonrisa y se la llevaba cosida para siempre, tardaban mucho en agotarse. Tardaban años, hasta que sus dueños crecían y perdían la paciencia, hasta que un día cogían una manzana desesperada, entonces se miraba en la solapa y solo quedaban hilos y vacío. El hueco que deja una sonrisa da mucho miedo, es como freír huevos con un traje de novia, es chupar la hélice de la batidora, es abrir la puerta a un testigo de Jehová. El hueco que deja una sonrisa no lo cubres ni con una sábana vieja.
     Era perfecto estar sentado así, allí, aún. Iría al puerto más tarde y tomaría vino y prendería las velas de la mesa de madera mientras las brasas doraban las pieles, las hacía crujir de gusto. Aquella misma tarde los hombres habían acabado con la vida de un atún que pasaba por allí, enorme, sus ojos eran dos vinilos de los ochenta y los pies del cocinero se movían al sobar sus lomos. El color de su sangre era el que le gustaría para su salón pero su mujer prefería el tono mortecino de un pistacho. Su mujer era mortecina como un pistacho. El cocinero no tuvo paciencia en su día y se agarró a la primera persona que le puso bien los cuellos de la camisa. Ahora su sonrisa está tan apagada como el atún que cortaba en rodajas. 
     Vino, velas, atún... Era agradable estar allí así, aún. Había dejado atrás las sardinas, demasiadas espinas para una vida tan corta.


                                                                                                                                           

                                                                                                                                                               JACOBO SÁNCHEZ 
                                                                                                                                                                SEPTIEMBRE 2017