martes, 18 de diciembre de 2012

NAVIDAD EN EL CALLEJÓN

     Las calles estaban infestadas de luces de colores y gente ciega comprando a crédito, era la navidad y daba ardor de estómago caminar por allí. Una buena bufanda ayudaba a pasar desapercibido y era bálsamo para las orejas, sobre todo si en aquellos días se te afilaban en punta como las de los lobos. No había rock, no había pop y los ochenta no volverían hasta enero. Ahora todo estaba en las trastiendas y habían sacado productos más jugosos para que todo el engranaje girara fino, con una brillante capa de aceite verdoso, el color más bonito del mundo después del granate que se oculta bajo la pintura de las barandillas.
     Era la navidad y siempre llegaba porque a nadie se le ocurrió hacer un calendario plano, lineal. Alguien se empeñó en que todo debería repetirse en cada vuelta de tierra y así nunca podías dejar nada atrás. Fuera lo que fuera, al menos aquello no duraba demasiado y los langostinos podían repoblarse de nuevo y dejar de temblar. Siempre había algún niño con mofletes que pensaba que los langostinos colgaban de algún árbol. Diciembre, todos a varear langostinos con anjeos. ¿Y los gatos?, los contenedores esas fechas eran pastelerías de repostería fina.
     Navidad para los hombres y mujeres de fe. Había un bar al fondo del callejón con el techo bajo y mesas de madera algo viejas que olía a queroseno. Y había también un remolino de falsos deseos envolviendo las calles y picando a las personas. Apoyado en una farola observé a la gente solitaria que ingresaba en el callejón a por su dosis de vino. Todos tapando sus orejas de lobo con bufandas, todos huyendo de los villancicos y los escaparates luminosos. Ninguno había leído nunca la biblia y mucho menos pelado una puta gamba.


texto JACOBO SÁNCHEZ

domingo, 11 de noviembre de 2012

LOS TIPOS DEL PASILLO

     Todas las noches de insomnio las había heredado sin querer junto con otras muchas cosas que no servían para nada. No había tenido mucha suerte en el reparto, pero tampoco le importaba mucho estar siempre vigilante como los búhos, hasta tenía pensado cambiar la cama por una rama, picar un ratón de vez en cuando... Bueno, pensaba muchas cosas, la verdad que el tiempo para gastar le sobraba, pero eso, sólo el tiempo. Andaba escribiendo una novela sobre una ciudad del futuro, donde todo funcionaba las veinticuatro horas y no había parados. El pescado llegaba de madrugada y lo podías comprar fresquito como la puerta de un garaje, llevarte a casa un besugo abriendo aún su boca desesperadamente. Había obreros haciendo zanjas por la noche, taladrando el suelo, atascos, de todo había, la gente dormía por el día así que había ya tantas lechuzas como madres recogiendo a sus niños del colegio. Niños con gafas de sol y bostezando en cadena. Madres de piel morada enganchando cualquier niño, el caso era ir a casa cuanto antes. A veces sentados en la mesa toda la familia caían en la cuenta que aquel niño de mofletes no era su hija, pero las pechugas de pollo se las comía igual y encima no soltaba pelo, así que se lo quedaban hasta el día siguiente, le bañaban y todo. Hasta le querían. Por el contrario, unas manzanas más lejos una niña tenía un berrinche espantoso, aquella coliflor le resultaba demasiado hostil. Los puntitos negros parecían pimienta molida. Era pimienta molida.

     El caso es que era una noche más de insomnio, y estar dormido es lo más parecido a estar muerto, respiras sí, pero eres un pastel de nata fuera de la nevera, vulnerable, alguien puede venir y meterte un dedo en la oreja, siempre en el mejor de los casos. Alguien puede asfixiarte con la almohada o llenarte el pelo de espuma de afeitar y pintarte un pollo en la frente. 

     Debatiendo entre si lo mejor era estar dormido o aguantar la oscuridad acurrucado con una linterna, se fue quedando dormido, dormido suavemente, así...¿ves qué bien?. Tranquilo, respira relajado, tus pulsaciones menguan su frecuencia y tu cabeza se va por la puerta de atrás a las faldas del Ararat lleno de nieve, a una pradera con hierba verde y húmeda, con sus saltamontes verdes también y te encuentras feliz allí así que decides tardar unas horas en volver. Das saltos de la pradera a una playa, montas en un caballo negro que corre tanto que casi te caes pero nunca lo haces, imposible, no puedes ni aunque te pongas boca abajo, es maravilloso, es lo que siempre quisiste hacer por las noches. 





     Fuera, en el pasillo habían venido ya de todas partes, unos eran altos y huesudos, otros de razas extrañas y gestos serios, había hasta niños. Todos llevaban utensilios alargados y punzantes, agujas de punto, bastoncillos de los oídos, anzuelos, sacacorchos, palillos chinos, rotuladores, botes de espuma de afeitar...
     - ¿Ha cerrado ya los ojos?
     - Afirmativo, jefe.
     - De acuerdo, entremos a la de una..., a la de dos... y, ¡a la de tres!




texto JACOBO SÁNCHEZ
noviembre 2012

miércoles, 19 de septiembre de 2012

SUMERGIDO EN ESCABECHE

     Fue al abrir una lata de sardinas en conserva cuando le vino la idea a la cabeza. La gente tenía miedo a ser enterrada, incinerada, y encima todo aquello era bastante caro y tenebroso. Era agresivo y lento aunque ya todo diera igual llegado el momento. Él no quería secarse en una caja ni arder como un pino, él quería permanecer en una lata enorme llena de aceite de oliva virgen, o sumergido en escabeche como una codorniz, en un bonito tarro de cristal.

     Quiero pasar mis días sumergido en escabeche...


     
     texto JACOBO SÁNCHEZ


jueves, 13 de septiembre de 2012

CUANDO CRUJAN LAS HOJAS AL PISARLAS

     Iba por la calle sonriendo hasta a los zapatos de los escaparates, le gustaban los de puntas alargadas que pinchaban el oxígeno y restallaban al sobar las baldosas. Sonreía a las chicas de los carteles publicitarios, a los puntos cardinales y al monigote verde del semáforo. Luego el monigote hacía que caminaba graciosamente y eso era un cosquilleo en el estómago, le hacía gracia decididamente. Luego aparecía el muñequito rojo, estático, triste, eso hacía llorar a los niños.
     Danzaba por el centro con un secreto no muy oculto, con muchas cosas picoteando en su cabeza, historias pendientes de fin de semana. Era porque llegaba octubre barriendo bobadas de adultos, despejando porquerías y mentes sucias. Era porque Orión empezaba a velar por él por las noches y dormir así de arropado valía más que un lince blanco.
     Filtraba aire a sus pulmones y exhalaba tranquilidad. Las caras amargadas y las ojeras que cruzaban su camino le hacían retorcerse y segregar saliva como si se hubiera tragado un limón verde. Su organismo estaba bien engrasado, funcionaba a pleno rendimiento y eso se notaba por fuera. La palabra envidia la remataba de espuela y su almohada era un algodón de azúcar, a ver quién puede amargarle un instante sin que le despache con un gesto.
     Caminaba haciendo punteos de guitarra con los dedos contra el pantalón, colocando balones imaginarios al área con los pies, alguien los remataría con la vista desde un balcón, seguro.
     Cuando el sol se agotó de regarlo todo y tomó el relevo la noche con todas esas estrellas brillantes, giró sobre sí mismo y emprendió la vuelta a casa. Tenía un teléfono apagado y eso era siempre un buen síntoma. Hoy el día más la noche eran sólo para él, encendería aquél cacharro cuando crujieran las hojas al pisarlas.


texto JACOBO SÁNCHEZ 
septiembre 2012

martes, 11 de septiembre de 2012

EL BAR ESTRECHO

     El bar era alargado y pequeño, oscuro. La gente bebía en fila india un poco incómodos todos, pero esa era la gracia. De vez en cuando alguien encendía un cigarrillo y todos gruñían en silencio. Si había que bailar, aquello parecía un barco en medio de un mar picado, perdías media copa encima del que estuviera al lado, que a su vez vertía la suya en el de delante. El último de la barra no podía verter sobre nadie y gruñía también en silencio, dos gruñidos acumulados. Si querías ir al servicio te lo tomabas con calma y al final llegaba tu turno, si querías pagar tenías que esperar a que la camarera se tomara un chupito de ron, si querías un hielo te ponía mala cara, si querías quitarte el abrigo lo tenías que hacer en la calle antes de entrar. La música era mala y la cerveza tenía poca fuerza. Todo estaba un poco sucio y si pedías una marca de whisky siempre se había acabado. Había un tipo en medio de la barra que siempre estaba allí, con gafas, algo gordo, cerveza en mano y cigarrillo en boca, su edad no era la adecuada pero a él eso le resbalaba por el lomo de manera terrible. A las doce de la noche había dos por uno y la segunda cerveza te la tomabas caliente, era así, te ponía la dos a la vez la chica. No podía ser una y al rato otra, si no no era dos por uno, era una y luego otra. Pagabas dos.
     - ¿Pero no puedes esperar dos minutos y me sirves la otra? - decía siempre el chico flaco.
     - ¡No voy a estar pendiente de ti, o coges las dos ahora o no hay oferta!
     - Obtusa..., pensaba por dentro dándose la vuelta.
     - Obtuso..., decía entre dientes la camarera picando hielo.
     A y media sonaba siempre la misma canción, el vinilo saltaba un poco...uh uuuh uh, me gusta cómo hueles, ponte a salvo oh oh.

     El día que cerró aquella ratonera anduve por la calle buscando un garito de mala muerte sin éxito, todos me parecían demasiado nuevos, ninguno tenía serrín por el suelo, ninguno olía a ropa vieja y humedad, ninguno tenía un hombre gordo en el medio de la barra, se me venía encima una enorme tragedia cuando el cielo se estrujó y me lanzó unos cántaros de agua fresca por encima. El cielo también lloraba el cierre. Se dijo mucho de la chica que llevaba el local, cualquiera podría ser cierta o todas mentira, el caso es que el vacío se apoderó de mi y ni una de mis canciones alegres podía con tal desgracia...solo y herido uoh oh oh, así me dejas, sabiendo que mañana, te irás con otro, a bailar...
     De regreso a casa, empapado hasta la cuarta vértebra me crucé con el hombre gordo del medio de la barra. Andaba con la cara difuminada, henchido en desesperación feroz y con gran merma en su orientación. Algo nublado de vista tal vez, chocaba contra las paredes y elegía otro rumbo, como los coches teledirigidos que había cuando era niño. Como un perro cuando muere su amo duerme en el cementerio, el hombre pasaría la noche en la puerta del bar, si no esperad a que el sol se harte de todo.
     Ya en casa busqué instintivamente algo estrecho y me hallé en el pasillo, con dos cervezas en la mano, no una y luego otra, con dos. Apagué la luz y encendí un cigarrillo, hice el baile de Battiato en su Centro de gravedad permanente y llevé aquello lo mejor que pude, sabiendo que las desgracias nunca vienen solas y que por más que te afeites la barba al día siguiente raspa como una toalla vieja.



texto JACOBO SÁNCHEZ
foto   JACOBO SÁNCHEZ

lunes, 3 de septiembre de 2012

VIDAS VACÍAS

     Nunca nadie le describió tan bien, nadie dio tanto en el clavo, si a algo se parecía su presencia desde luego era a eso. Si era imposible sacárselo del cerebro es porque tenía que estar ahí. Era serio como el sonido de un cable de acero estirándose e imponente como el ruido lento de un buque hundiéndose. Tenía más magia que una frontera y calcular su edad era complicado, sobre todo de espaldas.

     Recuerdo que fue una noche de otoño, la niebla había rizado su pelo y mojado sus pestañas. La niebla hacía que pareciese una aparición. La niebla entraba en los huesos de las personas que se cruzaban con él. Estaba allí tranquilo, hablando de cosas sencillas, cosas que hacían pensar. Sin saberlo iba llenando vidas vacías mientras se vaciaba imperceptiblemente, si seguía así habría que rellenarlo con algo. La muchacha le describió muy bien, casi podías imaginarlo charlando allí con sus gestos dulces y su voz calmada, podías tocarle la cara si cerrabas los ojos. La muchacha estaba entusiasmada contándolo todo.
     - Estaba ahí, de pie, y sonreía. Sonreía mucho y sus ojos eran..., eran como de agua.
     - ¿De agua?
     - Sí, de agua. Agua salada, y tenía gotas de niebla en el pelo y pelo pegado a la frente.

     Tal vez todo eso era cierto, verdadero como que se sintió demasiado hueco al marchar. Necesitaba cargarse por dentro antes de seguir regalando vida, necesitaba un relleno y que no fuera de anchoa.


texto JACOBO SÁNCHEZ
Septiembre 2012

viernes, 24 de agosto de 2012

SOBRE RUEDAS

     Fue un chollo, después de tomar unas cervezas nos dimos la mano y me entregó las llaves de mi nueva casa. Sentí que todo iba a ir sobre ruedas.


texto JACOBO SÁNCHEZ
foto JACOBO SÁNCHEZ agosto 2012
(Cabo San Vicente, Portugal) 

miércoles, 15 de agosto de 2012

O COMO FRASES SIN SUSTANCIA

     O como un sonido de guitarra sin nada más de fondo o como el fondo de un trastero sin nada dentro. O como tú me quieras llamar o que las cosas son extrañas como películas con poco diálogo. Vas de repente y dices algo gracioso y eso me hace reír, eres como un niño chico incordiando a un perro grande, tienes cosas primarias para envasar al vacío. De perfil pareces de juguete y de espaldas creo que eres de trapo, se te adivina blanda pero es arriesgado comprobarlo. Tal vez mañana...
     Estamos aquí apoyados, parece que las noches son para hablar. Si no hay ruido es por algo, si no hay luz no es casualidad. Si refresca es porque alguien dijo que la noche no es para tibios, está hecha para los seres de manos frías, y eso, a algunos, les da mucho miedo... y menos mal que aún no te han visto apagar velas con los dedos.
     O como un licor extraño japonés, o como una teoría estúpida sobre gente guapa, nada y todo tiene sentido si no se lo cuentas a alguien, si no vienes y me susurras tus cosas al oído como el gas de un refresco escapando por el tapón. 
     O entras tú o salgo yo, es así de fácil. Aquí no cabemos los dos ni de perfil y eso que tú eres el filo de una hoja y yo la raya del mar. Lo de la raya del mar me gusta...
     O como estas letras abstractas o como un relato sin sentido, a mi me suena bien, ¿sí?. 

texto JACOBO SÁNCHEZ
AGOSTO 2012

domingo, 29 de julio de 2012

LA QUE SE ME VIENE ENCIMA...

     Vienes tú encima de un tacón siempre lenta y callada, dices ser mezcla de varias mezclas, es difícil desgranarte entonces. Saco mi pose de urgencia, la de los momentos críticos, la de los entierros y noticias feas, la que nunca me traspasa. La pongo delante y te reflejas distorsionada sin saber bien por dónde vadearla mientras mis pies se anclan y el viento me manosea el cabello con intención de molestar, pero nunca nada me molestó lo suficiente como para moverme del sitio. O das media vuelta o vamos a chocar y te aseguro que soy más duro que una pezuña y no estoy acolchado. 
     Te acercas rallando el suelo y tus piernas parecen el pie de una copa de vino. Creo que traes un guión aprendido en la espalda y seguramente lo sueltes a escasos metros de mi escudo. No son las primeras palabras que salen rebotadas y atacan, ni el primer paquete de intenciones que muere en la orilla. Ya casi estás encima y tenso hasta las pestañas para recibir lo que venga. Soy bueno toreando sentimientos y despejando razones, soy bueno en muchas cosas que no imaginas, he estudiado mucho a escondidas. Creí que íbamos a chocar cuando por sorpresa te detuviste a la distancia recomendada para hablar.
     - ¿Me dejas pasar? Voy a la parte de atrás de lo que no está aún escrito.
     - Pasa, pero no te apoyes mucho en las paredes sin versos, aún están frescas...
     No imaginaba que esquivarías mi pose con tanta elegancia, la verdad es que pensé que habría guerra fría pero sin duda eres buena circunvalando obstáculos. No me quiero dar la vuelta por lo de convertirme en sal, pero escucho tu voz caminando por la izquierda.
     - ¿Vendrás a cenar?
     Recogí todo lo que había puesto delante de mí en un instante mientras ya sabías la respuesta.
     - Claro...
     

sábado, 28 de julio de 2012

AQUÍ QUE NUNCA PASA NADA

     Hoy, hoy he tenido la sensación de que aquí no pasa nunca nada, a veces, sólo a veces alguien alza la voz pero yo no le escucho. No dices nada y la tarde muere. A veces, sólo a veces las cosas se desmadran y esto ocurre normalmente cuando ya te has quedado sin hielos, cuando ya te habías saltado las normas bebiendo a palo seco y aquí no pasa nunca nada. 
     Hoy, hoy que me he envenenado sin querer con una botella lo he visto claro, y es que nadie se separa de la orilla, ya nadie viaja sin teléfono, y es que ya no hay héroes con miradas extrañas, y es que tú, y luego yo, y es que tú..., y tú..., y yo, laralá laralá. Y luego van juntos de aquí para allá, de dos en dos, nadie sabe ir solo ya, y yo, y tú..., y yo, y silbo canciones mientras hago lo que quiero. Y es que hoy..., laralá laralá, hago-lo-que-quiero. Esto parece más bien una canción, y aquí, aquí_no pasa_nunca nada.
     Hoy el día trae una buena noche cosida, es divertido estar aquí de pie. Y aún a oscuras, de pie y a oscuras todo podría ser mejor si no me estuvieran devorando estos mosquitos. No es así, pero me gustaría decir que no siento sus bocados. Me arrascaré mañana si no lo haces tú...

texto JACOBO SÁNCHEZ
JULIO 2012

jueves, 26 de julio de 2012

EL TIPO QUE SENTÍA LAS TORMETAS

     Unas horas antes de que llegaran las tormentas él ya las sentía dentro. Se descalzaba y se preparaba para recibir el aroma de la tierra mojada, eso le bastaba para estar feliz. Si la tormenta le avisaba en el campo la esperaba con la camisa en la mano y los brazos abiertos. Le gustaba cuando se le empapaba el cabello y las gotas que bajaban del cielo rebotaban en sus hombros. 
     - Esa gota... esa gota me ha tocado.
    Luego llegaba la electricidad detrás y entonces se la jugaba porque sabía que la naturaleza no hace daño a quien sale a recibirla. De toda la violencia de una tormenta sólo se llevaba la caricia de una gota. Al principio asusta un poco, pero cuando aprendes a interpretar los mensajes de la tierra todo te parece un perro sin dientes. 
     En cualquier caso, el tipo que sentía las tormentas tenía arte para despacharlas.


texto JACOBO SÁNCHEZ
JULIO 2012

lunes, 23 de julio de 2012

AHORA MISMO, TÚ Y YO.

     La melodía de su vida eran notas de contrabajo y hacía ya años que sabía que las cosas no duraban para siempre. Tal vez por eso compraba los plátanos verdes... Si algo ha de estropearse al menos disfrútalo en sus inicios. 
    La palabra pasado le sonaba a perdedor, a abuelo resignado, a caja de zapatos con metralla. Si alguien le hablaba del pasado su cara era de fastidio y dejaba el café a medias.
     - Pero, ¿a dónde vas?, ¿qué he dicho ahora?
     - Guárdate tus historias, sólo piensas en hojas secas y fotos en sepia. Me voy de aquí...
     - Pero, ¿qué mosca te ha picado?
     Las moscas no pican, el tabasco no pica, solo unas migas en las sábanas pican de verdad.
     Luego estaban los que planificaban todo a largo, los que en el mejor momento ahogaban la magia del instante con la visión del futuro.
     - Cuando acabe la fiesta hay que recoger todo. Verás mañana, cualquiera se levanta para ir a trabajar. ¿Te he dicho que tengo un plan de jubilación? Me compraré una finca como una puta selva de grande y plantaré árboles. Yo no los veré crecer, pero dentro de varias generaciones mis descendientes sabrán que...
     - Corta, corta de una vez. ¿No sabes disfrutar de una fiesta? ¿qué demonios haces hablando del futuro? Hablas en muerto, hablas de cuando ya no te queden ni los dientes. Corta de una maldita vez.
     - Ehh, ¿te has levantado con el pie izquierdo?
     Cada uno se levanta con el pie que pilla, tendrá eso que ver con nada... Hay gente que hasta se baja de la cama con las manos, y hay gente que hasta se forra las manos con trapos para arrastrarse y no caminar. Es la vagancia extrema, se dan casos por Europa.
     Háblale del presente y verás cómo su gesto cambia.
     - Ahora mismo, tú y yo, vamos a coger un kilo de gambas rosas y nos las vamos a comer con una caja de vino blanco, ¿qué te parece?
     - Chico, me gusta tu filosofía. ¿Y luego...?
     - Que le den por el culo al luego, te diré lo que haremos luego cuando llegue el luego.
     - Eso es todo lo que quería oír. 
     La cola de la pescadería era hermosa, chuparían cabezas hasta que el ácido úrico diera síntomas.


texto JACOBO SÁNCHEZ
JULIO 2012

POSADOS EN EL SOFÁ

     Entró y se posó en el sofá, era de piel blanca y aspecto sano, traía pasteles pero yo ya no tenía café. 
     - ¿Me siento? - preguntó suavemente.
     - Claro, hazlo. Si te gusta el sofá puedes quedártelo. Puedes quedarte con todo lo que veas, yo no lo necesitaré.
     - Sólo quería ver qué hace una persona antes de cambiar de rumbo. Pensé que tal vez estarías acurrucado en una esquina, te imaginaba descalzo y sentado pero ya veo que no.
     Luego el silencio desnudó un ruido de cañerías y un portazo lejano, no eran más que ecos de vidas ajenas.
     - He traído pasteles, me gustan los pasteles. Me como dos y luego me tumbo descalza y pienso en lo que voy a hacer el resto del día.
     Cogimos pasteles, dos cada uno y nos tumbamos descalzos a pensar. Luego apoyó su cabeza sobre mi hombro y olió mi jersey.
     - Huele bien -dijo.
     - Sí...
     - ¿Cuándo te vas? 
     - En cuanto anochezca, lo mio es la oscuridad ya sabes...
     Nos miramos los pies, los míos eran mucho más grandes y con más huesos, los suyos redondos y graciosos.
     - ¿Te podré escribir?
     - Puedes hacerlo.
     - Te mandaré una carta todos los lunes, aunque no tenga nada que contar meteré una hoja en blanco en el sobre y sabrás que estoy ahí.
     - Te contestaré todos los miércoles y te engañaré si todo me va mal.
     - ¿Comemos otro pastel?
     Cominos otro pastel, se arrimó un poco más y se abrazó sin hacer mucha presión, fue algo tímido. Olía a manzana y a niña pequeña.
     - He decidido que me quedaré aquí hasta que te marches, eso es lo que voy a hacer esta tarde, quedarme aquí.
     No dije nada. Poco después se quedó dormida y tapé sus pies con un jersey. Sin darme cuenta acababa de ocurrir otra de las grandes verdades, las cosas buenas siempre llegan cuando decides marcharte.


texto JACOBO SÁNCHEZ
JULIO 2012

jueves, 19 de julio de 2012

EL HOMBRE SIN GRASA

     No tenía grasa, no comía grasas, no podía tenerla. Era delgado y siempre tenía frases para todo, incluso antes de que le contaras lo que te ocurría ya te había dado la solución. Cómo lo hacía, por qué lo sabía era algo que se le escapaba de las manos a todo el mundo. Vivía en una casa en el campo y cultivaba su comida, decía que ese era su secreto, ese y la cantidad de libros extraños que poblaban su casa, apilados por todas partes. Por las noches escribía y guardaba las hojas debajo de la cama. Allí reposaban un par de semanas y luego las rescataba para darles un segundo repaso, tenía ideas brillantes que luego las soltaba en la ciudad y la gente le miraba con los ojos abiertos y con admiración. Cuatro palabras suyas y se ganaba a las personas para siempre, te podías acercar a él y beneficiarte de su mente, pero siempre guardaba cierta distancia. Nadie podía entrar en su mundo o perdería su magia, era el precio que tenía que pagar y no era fácil para un tipo sin grasa, con planta y más guapo que un lápiz nuevo. Cómo trataba la tierra, los alimentos que sacaba de ella, cómo arreglaba el tejado o reparaba su coche era ver danza en primera fila. La gente compraría sus arrugas si estuvieran en venta, harían lo posible por parecerse al tipo sin grasa. No la comía, así que no podía tenerla.

     Corría el mes de Julio cuando una chica más guapa que una botella de vino se apoyó en la valla de su casa a verle sobar sus tierras. O era efecto del viento o su pelo le nacía horizontal y se ondulaba al final en puntas abiertas de color escarabajo. Tenía menos grasa que un bate de béisbol y el sol nunca había tocado su piel. Iba metida en un vestido de punto color crema y caminaba sobre unas sandalias muy finas. El tipo sin grasa se percató de su presencia y soltó la azada. Tenía tierra en las piernas y algún bicho por el pelo, y una gota de sudor le recorrió el hueco de la espalda y se empapó con naturalidad en su pantalón. Al instante supo que perdería su magia y que sus libros no serían ya más que un simple estorbo. Se cumplió una de sus verdades, solo una chica sin grasa puede atrapar a un hombre sin grasa.



texto JACOBO SÁNCHEZ
JULIO 2012

miércoles, 18 de julio de 2012

LA CHICA DE LAS PANTORRILLAS REDONDAS.

     El domingo acababa de vencer al sábado y la chica de las pantorrillas redondas volvía a casa martilleando el suelo con sus tacones. La hilera de árboles le servía de referencia para rectificar su rumbo y echaba tanto de menos sus gafas de sol que se le escapó una lagrimilla que nadie pudo recoger, así que una baldosa porosa se la bebió. La silueta tallada a cincel seguía su camino rumbo al pequeño apartamento, demasiada calidad en la calle para esas horas.
     Cuando entró en casa y esparció sus zapatos por los rincones fue a ver al gato. Le envidiaba un poco siempre dormido en esa manta en el suelo, siempre cálido y hecho un ovillo. Se duchó con agua tibia mientras pensaba que no había triunfado aquella noche, que se precipitó cuando compró una cama tan grande y que lo mejor sería cortarla en dos. Se recogió el pelo y se puso una camiseta grande, la tenía desde pequeña y le parecía increíble que hubiera podido ponerse eso de niña para ir al colegio, llevaba veinte años durmiendo con ella y cada vez le quedaba más y más holgada. Finalmente se tumbó boca abajo y apartó el nórdico con el pie en tres veces, la cuarta tocó algo redondo y áspero que no debía estar ahí, algo que no reconocía con el tacto de sus pies cansados. 
     - ¿Qué demonios...?
     Volvió a tocar sin querer darse la vuelta a mirar y de espuela lo echó de su cama como había hecho con algunas personas otras veces. Aquello botó una vez y osciló un rato por el suelo hasta que se quedó mudo. Si no le atacaba esa mañana miraría a ver lo que era al despertar.

     
texto JACOBO SÁNCHEZ
JULIO 2012

martes, 17 de julio de 2012

Y SE GIRA Y SE VA.

     Se va, gira con clase y se va. El viento acerca el sonido de sus pasos pero eso no le traerá de nuevo, se ha ido. 
     Dos meses después ya había mucha confusión, se decía que le habían visto en la costa clavado en la arena pensando cómo atravesar todo aquello sin branquias. Decían que iba vestido igual que cuando partió y que su barba era un poco blanca. Otros decían que había llegado hasta un acantilado descalzo y que también pensaba la manera de sortear el abismo sin plumas. Más informaciones confusas aleteaban sueltas, que sí se había enredado en una alambrada, que si estaba de vuelta y el viento le ayudaba refrescando su espalda, que si viajaba acompañado de un gran perro a rayas...
     Todas las tardes a eso del ocaso ella sacaba su silla y miraba al fondo del camino, esperando ver un punto negro de regreso. También había gente paseando disimuladamente por allí, paseando un perro, portando bolsas, haciendo que corrían o fumando en un banco. Todos esperaban su regreso, pero es que él dijo que se iba, ¿entonces?. Las esperanzas son sólo para las cosas posibles.


texto JACOBO SÁNCHEZ
Julio 2012

domingo, 15 de julio de 2012

EL DE LA SONRISA EXACTA.

     Todos tenían miedo y se notaba que ya no quedaba tiempo por los movimientos repetitivos de las piernas, las uñas mordidas y sus gestos resecos. Todos estaban asustados y la noticia lejana no acababa de llegar, así que el silencio se comió el eco de las palabras y dejó por allí una sensación de pez fuera del agua. Todos rezaban y cruzaban tanto los dedos que se les trenzaban dentro de los bolsillos. Por una esquina el chico de la camisa llena de pelos de gato se derrumbó definitivamente y se descompuso como plastilina caliente, lloró algo seco.
     Todos tenían miedo menos él. Despeinado con habilidad, mirada al sitio justo y una sonrisa exacta de un sólo lado escondida entre la barba desaliñada. Parecía diferente a los demás, sin embargo correría la misma suerte. La cuestión era simplemente que él estaba preparado. 


texto JACOBO SÁNCHEZ
JULIO 2012

sábado, 7 de julio de 2012

EL INQUILINO DE LA CAMA DESHECHA.


     Hoy se ha levantado enroscado sobre sí mismo, con las sábanas desgastadas intentando hacerle algo malo. Sábanas que acarician traicioneras, ni siquiera eran suyas. De un brinco ocupó el medio de la habitación alquilada y la escaneó de un giro sobre su eje haciendo crujir toda su osamenta. Unos pies descalzos sobre las tablillas del suelo le recordaron que no era nadie y que en la vida probaría un buen besugo si no empezaba a hacer trampas, si no era más malo que su casera.
     La casera ya oía sus pasos desde el piso de abajo, ella dormía lo justo, con un ojo siempre abierto y la conciencia hurgándole un oído. El inquilino había madrugado, tal vez fuera a buscar trabajo de una vez, quizá en el puerto descargando cajas, tal vez algo temporal con el servicio de limpieza. Lo que fuera le vendría bien, cuanto más tiempo estuviera fuera de la habitación menos electricidad gastaría y podría ganar algo de dinero fresco para ir liquidando su deuda. De todos modos al final de verano le pondría en la calle, no le gustaba cómo le miraba cuando se cruzaban en las escaleras.
     Por arriba Samuel seguía en pie pensando en no sé qué, así se le iba la vida, pensando siempre en no sé qué. Dio dos pasos a bajas revoluciones sin que él se lo hubiera ordenado a su cerebro. Luego sus rodillas se empezaron a flexionar y quiso poner resistencia, pero ya era un cervatillo recién nacido y el sudor le brotó frío de su frente. Otro paso más y ya casi estaba, calculó como pudo y se lanzó a la cama. Ya estaba a salvo, allí ya nada podría ocurrir que no fuera un buen sueño extraño. Tanteó por el colchón y encontró la sábana con su textura de papel de periódico. Se la enrolló por un muslo y la tripa y quedó boca arriba con los brazos extendidos como queriendo abrazar algo. Parecía que tampoco hoy iba a ser un buen día, tal vez mañana le echase más ganas al asunto.
     Por abajo la casera hervía coliflor en camisón.


                                                               

texto JACOBO SÁNCHEZ
julio 2012                             

domingo, 15 de abril de 2012

MIL MILLONES MENOS

     No había vuelta atrás, estaba decidido. Sobraban mil millones de humanos para que todo volviera a funcionar correctamente, se trataba de regular el mundo y ante éso la moral era una palabra desconocida. Lo harían los países ricos, sin miramientos, algo rápido para evitar el sufrimiento. De nada valían ya las manifestaciones de millones de personas en todos los países, de nada servía emigrar si pensabas que estabas en el punto de mira. La decisión estaba tomada y se llevaría a cabo en cualquier momento, era cuestión de tiempo ver cómo te cocías o cómo te asfixiabas mientras volvías a casa con el pan bajo el brazo. Mil millones de humanos y volvería a fluir la comida, el trabajo, el orden político. Daba igual que fueran vidas humanas, de hecho tenían que ser necesariamente vidas humanas. Peces, aves, roedores e insectos no habían modificado nada, no eran culpables de nada y ya habían pagado demasiado. La historia estaba a punto de escribirse con un antes y un después del día D. Muchos grupos radicales llevaban un par de siglos apoyando esa acción, pero parecía sólo una hipótesis descabellada como último recurso si las cosas se ponían feas, hasta que en la votación final de los continentes el sí se llevó la victoria. Nadie sabía a ciencia cierta cómo iba a ser, sólo una cosa estaba clara y por eso los continentes del sur habían empezado un éxodo masivo hacia el norte, donde aún había agua y alimento. Deberían darse vida, ya que el eminente solsticio de invierno parecía una fecha llena de elementos favorables. Únicamente el tiempo diría si la decisión había sido la adecuada, y que Dios perdonase al consejo de sabios de los continentes por meterse en "sus asuntos".



texto JACOBO SÁNCHEZ
abril 2012

viernes, 23 de marzo de 2012

El EXPRIMIDOR DE SEGUNDOS

     Deshacer el fósforo de una cerilla en la lengua, deshacer una aspirina en leche fría, desandar el camino sobre tus huellas en la nieve sin partiles el contorno... Todo lleva su tiempo, son cosas difíciles.

     Aplastar un segundo en un espasmo con las palmas de las manos y sustraerle todo el jugo para ti, retorcerlo y tirar luego las sobras huecas como si fueran moscas secas. Y luego otro, y otro, y otro más hasta que un minuto se hace rentable y así las horas se atrancan, los días se retrasan y los meses nunca llegan. Sonríes porque el tiempo es tuyo y sabe a menta.
     Cuando quieres que llegue la noche sueltas un poco y dejas que todo alrededor respire. Expandes y contraes, es un bombeo controlado. Si no quieres avanzar también lo puedes hacer girar en plan bucle.
     Deshacer el fósforo de una cerilla en la lengua, deshacer una aspirina en leche fría...


 texto JACOBO SÁNCHEZ

lunes, 12 de marzo de 2012

TRAS LA CORTINA.


foto JACOBO SÁNCHEZ
Sierra de la Demanda feb2012

Y ME IRÉ CALLADAMENTE...

     - No he tenido buena noche, la risa de un payaso no me dejaba dormir - me dijo.
      Te miro y las vértebras se te escurren por la médula espinal, pareces un caballito de mar o un signo de interrogación sin el punto. Se te despega la piel del rostro como la pintura marrón de una ventana de madera emborrachada con disolvente, se desliza hacia el abismo sin resistencia, parece nieve en un tejado o papilla en un babero. Y tus brazos son tiras de bacon vuelta y vuelta, aún humean, vuelta y vuelta.
     Y yo más sano que una cereza granate, creo que me iré calladamente. O daré un portazo con la espuela.


texto JACOBO SÁNCHEZ
Marzo 2012

viernes, 17 de febrero de 2012

Y ME BAILO UN TWIST CON TU HERMANA.

     - ¡EUROPA ESTÁ EN CRISIS!. Apago la televisión.
     - ¡LA CRISIS QUE AZOTA EUROPA...!. Apago la radio.
     - EUROPA NO LEVANTA CABEZA. Tiro el periódico por ahí y se deshoja.
     Un momento, algo no me cuadra. Salgo de casa y entro en el ascensor, mi vecina baja con su niña recién nacida, le saco la lengua y me devuelve una sonrisa, (la niña). En la calle un rayo de sol me acaricia en stereo y me templa. Compro pan recién hecho que huele a lo mejor que has olido en tu vida. Un café en la terraza de la plaza sabe a gloria y más si te invita un amigo. Los pájaros que andan por allí dicen pío, pican pan y vuelan. Todo sigue en su sitio, los árboles siguen verdes, los abuelos pasean en zapatillas, los niños corren y se caen y se levantan sin llorar, tu madre llama para que vayas a comer a casa porque ha hecho un puchero caliente que te hace segregar jugos gástricos sólo de pensarlo. El cartero reparte silbando, la mujer limpia los cristales en el segundo, la gente se menea, el dinero fluye del pescadero al librero, de la frutera al vendedor de cupones, de aquí para allá. Dinerito fresco que existe y no sabe de crisis, que no está roto ni le faltan ceros. Y una joven pasa patinando y se gira hasta un cura que a su vez bendice hasta a una pelusa de chopo. Y el chopo crece sano como un roble. Y el roble no tiene envidias ni de chopos ni de historias raras. Entonces ves que tienes dos brazos con sus dos manos y sus diez dedos totales, osea que todo está en orden. Y de salud andas bien, con resfriados de vez en cuando y poco más. Y bailas un twist así en un momentillo y tus piernas se cruzan que da gusto, parecen aspas de molinos. Te montas en el coche y arranca a la primera, y es porque un motor alemán nunca se rinde, así que pones la radio y...EUROPA ESTÁ EN CRISIS.
     Y si lo está pobrecilla, y si lo está es porque lo dice un político, y porque te lo recuerda un periodista amargado y porque así se aprovechan de ti. Así que cambio de emisora, pongo una canción que patina por mi oreja y me invita a bailar, pero dos twist en la misma mañana me pueden desenroscar una rodilla. Estoy un poco inquieto con la noticia de Europa, tal vez sea cierto, así que voy a un huerto y desentierro una patata. Está sana, algo no me cuadra, cojo un tomate y es jugoso y tierno, es un pastel borracho en toda regla, ¿entonces?. Comienzo a comprender que el mensaje subliminal que lanzan, que ese apocalipsis radiado, esa desgracia que se cierne sobre el viejo continente sólo afecta a los humanos infelices, a los tibios. Y respiro aliviado porque por un momento pensé que yo podía ser culpable de algo, pero ni la señora que limpia los cristales, ni la chica que patina, ni el cura que se gira, ni la niña que sonríe, ni los chopos con pelusas, ni tú ni yo estamos infectados.
     Y me bailo un twist, me bailo un twist con tu hermana.


texto JACOBO SÁNCHEZ
      febrero 2012.

sábado, 4 de febrero de 2012

EL ÚLTIMO VISTAZO

     
    La chica era delgada y su pelo tan negro que teñía la almohada. Le gustaban los vestidos  de color gris y el otoño le hacía sentirse especial. En aquel piso viejo había pasado tantos que despedirse de él era triste como enterrar a un perro, así que volvía todas las tardes hasta que su cerebro fuera asimilando que ya no se refugiaría allí más. Sin peluches, sin posters, con esa persiana pesada  que nunca bajaba del todo y las tablillas del suelo arañadas por los tres gatos que tuvo, agujereadas por los cien pares de zapatos de tacón que tuvo. Tablillas arqueadas. Ya no había luz ni agua y su habitación parecía más grande sin aquella cama quieta de la esquina, que aunque ya no estaba allí seguía oliendo a suavizante.


      La chica encendió un cigarrillo y paseó por el baño, por la cocina donde no volvería a comer con prisas. Pasta, arroz, maíz, atún, tomate, queso, aceite y mil maneras de mezclar todo cada día lo dejaba allí junto a la lavadora y la mesa vieja de patas metálicas. La mesa coja, qué placer deshacerse de ella. ¿Y el viejo entrañable del segundo?  También quedaría allí enlatado como el atún, sin volver a formar parte de su vida. Abrió la ventana que daba al patio y le vio como siempre con su camiseta de tirantes y su pelusa blanca en el pecho, era otoño y llovía sin mucho frío. Un buen día gris.
     Se deshizo del cigarrillo, tapó el sofá con una sábana vieja y echó la llave para no volver.
    Por el sur, una chica bajita, con el pelo muy rubio y cargada de ilusiones estaba en camino y venía dispuesta a acuchillar el suelo y pintarlo todo de azul, mientras fuera llovía con ganas de mojarlo todo.

texto Jacobo Sánchez.

viernes, 20 de enero de 2012

DÍAS QUE ALARGAN

      Ahora que los días alargan el atardecer es mantequilla de cacahuete untada en pan de molde. Una puesta suave con calma, mantequilla extendida a espátula.
      Ahora que los días son algo más largos es más difícil esconderse y me pinto la cara con corcho quemado para pasar más desapercibido.
    Ahora que los días duran algo más la noche se contrae como una babosa en un congelador.
      Ahora que ya es la hora de que aún no sea la hora, pues amén.
     Ahora que esto dura un poco más aparco mis ojeras en su caja hasta la temporada que viene.
     Ahora que hay chanclas en los escaparates yo saco brillo a mis botas marrones.
     Y échame hielo en el café que esto va para largo.
     Y me baño en huevos batidos para coger colorcillo. Tres minutos al grill.
     Ahora que los días alargan mis noches de insomnio son sólo pequeñas esperas.
                                                                                                          
                                                                                                             texto Jacobo Sánchez


viernes, 13 de enero de 2012

EL TIEMPO VIENE POR DETRÁS.

     

     Le gustaba caminar por las noches, por las avenidas, sólo si hacía frío y todos ya se habían ido. Encendía un cigarrillo y confundía el humo con el vaho. A veces se ponía la capucha y el roce de la tela en los oídos al moverse le regalaba una sensación de velocidad que no existía. Si tenía calor todo iba bien, si avanzaba mucho se detenía un instante hasta que el tiempo le pinchaba en una pantorrilla avisando de su llegada, y eso, eso era un placer indescriptible. Adelantar al tiempo y no a las manecillas de un puto reloj...
                                                                        texto JACOBO SÁNCHEZ
                                                                                                                                   enero 2012

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NO ESTABA SOLO...


foto JACOBO SÁNCHEZ, ENERO 2012.