jueves, 20 de octubre de 2011

OSTRACISMO

     Condenado al ostracismo, vagó durante años por el averno entre tinieblas, oscuridad, caos y todas esas cosas de las que habla el Génesis. 


    Todas esas palabras suenan bonito, tienen fuerza. Fuente de inspiración de muchas novelas, pozo en el que si caes te puede valer para crear. En el ostracismo nadie te molesta y todo el tiempo del mundo es sólo para ti. Cuando todo va bien no hay tiempo para hacer ni para crear nada porque el placer precisamente radica en no hacer nada de nada. Si todo fluye hacia el lugar adecuado no toques, mantén las manos quietas y que el tiempo te acaricie la espalda.
     
    ¿Qué hace la gente desterrada? ¿cómo es el día a día de un condenado al olvido? ¿compra pan? ¿le mete mano a un filete rosa? ¿llora por las noches? ¿tienen teléfonos mudos?. Yo me los imagino escribiendo de madrugada, tramando planes a largo, preparando la vuelta. Sé que durante ese tiempo solo compran marcas de leche baratas y los mismos zapatos les duran todo el proceso, no es necesario un buen par de zapatos si nadie los ve. Para caminar basta con tener dos pies e impulsos, lo hacen los pollos, los zombies y los insectos palo. 

     Cuando por fin un día se abre el cielo y aparece un olvidado todos se asombran. La gente piensa que un fiambre nunca regresa, pero esa es la gran palabra, ellos mismos la dicen sin darse cuenta: HE REGRESADO y bueno, estoy contento...bla, bla, bla, ahora que HE REGRESADO mi intención es bla y ble y bli. Sí, como ya he dicho antes con MI REGRESO lo que quiero es que...


     Seguro que conoces algún alma errante con la palabra ostracismo pinchada en el culo, y seguro que piensas que come guisantes para desayunar, para comer y para cenar, y seguro que tú estás seguro de que esa palabra no te atrapará porque en tu culo no se pincha ni un cáctus de Almería. Pero ándate al loro, que sapos atropellados en el arcén se han visto muchos, y segundos antes tenían los ojos como pelotas de ping pong.

     ¿Qué quiero decir con esto? Que cuando esa palabra te dé la mano ya puedes ir trazando un plan a largo. EL REGRESO existe. También existen fundas para mandos a distancia y gominolas con forma de huevo frito. Y te las puedes poner en los ojos y hacer el gilipollas con ellas.


     
     texto Jacobo Sánchez
Octubre 2011    

martes, 18 de octubre de 2011

miércoles, 12 de octubre de 2011

EL SILENCIO DE LA NOCHE ES MIEL QUE HAY QUE CALENTAR...

     Ya de pequeño me llamaba la atención, no comprendía porqué a temporadas la veía y en otras ocasiones no era capaz de divisarla. Siempre estuvo allí, pero en la ciudad grande donde yo vivía era difícil ver sus puntos brillantes. 
     Más adelante, de chaval, investigué y descubrí que no sólo eran estrellas sueltas, sino que formaban una constelación, la constelación de Orión que reconocía siempre por su cinturón característico. Comprendí entonces porqué a temporadas no podía contemplarla, y es que se escondía en los meses de verano en el hemisferio sur. Así, a últimas hora de las noches del mes de Agosto, ya empezaba a visitarme, y cada vez venía más pronto y más pronto, tanto que ya no tenía que levantarme de madrugada para contarle mis secretos. A veces estaba allí antes de irme a la cama, y en ocasiones se centraba tanto en el cielo que podía dormir con la persiana subida mientras se mantenía perfectamente encuadrada en mi ventana. Esas eran las noches de Octubre, mi mes. Octubre y su primera semana son canela fina, azafrán de primera, besugo a la plancha. Si no te has dado cuenta aún, la primera semana de Octubre es plácida, es limpia, el aire espera quieto antes de que el otoño lo agite y le parta la cara desestabilizándolo todo. La luna se vuelve grande, una galleta con cráteres del tamaño de una mesa para doce personas. El silencio de la noche es miel que hay que calentar...Sonríen las abejas sin boca, pero lo hacen por dentro, así que alegría en el panal...
     Octubre sí, salgo a contarle mis cosas a Rigel, a Betelgeuse o mi amiga Alnilam. Lo saben todo desde que yo era pequeño. Saben que cada noche de Octubre yo les guiño un ojo, ellas parpadean. 
     Hoy, ya de adulto, descubrí que es Sírio el amigo que viaja siempre debajo, el más brillante de todo el firmamento. Él vive en Can Mayor, yo aquí abajo de momento.



texto JACOBO SÁNCHEZ
OCTUBRE 2011

miércoles, 14 de septiembre de 2011

VIDA Y MUERTE EN LA PELUQUERÍA DE SIEMPRE

     Te ves de repente en un bar bebiendo vino y fumando cigarrillos y no sabes qué haces allí si habías prometido que esa tarde harías algo de provecho. Te miras en el espejo del fondo de la barra y ves que tienes el pelo un poco descuidado, así que vas a la peluquería. Pasan los años y el peluquero siempre está allí, tú te crees que no se ha movido de allí nunca, que duerme en un colchón hecho de los pelos que recoge, allí en una esquinita. Que le traen el desayuno a su local para que no salga de allí. Tiene mil historias que contar, habla mucho, de sitios lejanos y de cosas que ha visto. Tú supones que las ha visto en las revistas, tiene miles, si no de qué...

     Te corta el pelo a navaja, a tijera, maquinilla, te deja la patilla como un dado de cuadrada y el tipo huele a tabaco y a champú de manzana.

     Es entonces cuando se te posa una mosca en el brazo y la espantas con un leve movimiento, pero vuelve, y la espantas y vuelve, y la espantas y vuelve y ya pasas de todo, sólo la observas y piensas cómo la evolución ha podido tomar caminos tan diferentes. Comprendes en ese momento que Dios no existe, o sí existe, pero que cuando te vas por la espiral no te va a llevar a su vera, porque también deberían estar las moscas y las mantis religiosas. Estaría por allí un topo, una nutria, un jilguero y el gran lince albino. Claro, no podría discriminarlos, ¿por qué ellos no y tú sí?. ¿Quién es más hijoputa, un barbo asfixiándose en el légamo de un pantano o un delantero centro? Piénsalo bien... Si acaso existe Dios es sólo para crearte, para cuando te deshidrates como una hoja de tabaco y te oxides como una guadaña, él ya se habrá desentendido de ti. De hecho, en cuanto naces ya se desentiende de ti.
     - La patilla, ¿cuadrada?
     - Ehh, ¿decías...?
     - La patilla, ¿te la dejo cuadrada, de pico, rebajada?
     - Haz lo que quieras, de veras. He perdido la fe.
     - ¿En Dios?
     - No, en ti...


texto JACOBO SÁNCHEZ
septiembre 2011

jueves, 8 de septiembre de 2011

LOS AMARGADOS


   
       Una amiga vino a buscarme y me invitó a un café, con hielo, con una rodaja de limón, y me dijo que tenía una flor en el culo. Luego dejó el dinero sobre la mesa y se alejó por la acera hasta que la avenida se la comió, así que volví a casa cruzando el parque sin darle más importancia a sus palabras.
     - Tienes una flor en el culo y no es casualidad -fue exactamente lo que dijo.
     
     


     Cinco de la madrugada, debí haberme tomado una cerveza. Si tengo metabolismo de lechuza debí haberme tomado una cerveza, así que allí estaba dando vueltas en la cama, rebozándome entre sábanas. Las madrugadas son caprichosas y extrañas como un pensamiento, así que me dio por pensar en las personas amargadas que conocía, y eran varias. Pronto descubrí que todas tenían una cosa en común que no era otra que un orgullo incurable. Su amargura venía por una mala decisión, por haber renegado de algo o alguien, por tener culo de paja y no acercarse a la candela. Todas estas personas tenían el mismo rostro estático, sin arrugas de no gesticular, lo más parecido a un fiambre reciente. Pálidos como el interior de un coco, necesitan casas grandes, de 120 metros cuadrados, de 180 metros cuadrados para que las cuatro paredes de sus cuartos no les ahoguen. La mayor ilusión de un amargado es que suene el teléfono de una puta vez pero eso no suele ocurrir. El amargado suelta esporas que caen sobre ti si pasas tiempo con ellos, lo notas en la piel como la humedad de los puertos, se agarra como el olor del aceite quemado al pelo, te quiere contagiar. Cada año de vida de un amargado son dos años para su físico, cada palabra suya es una sentencia, un epitafio, palabras densas que te agobian como una manta vieja. Viven en portales oscuros con buzones viejos sin nombre, visten de gris, tienen el pelo gris, tienen un gato gris, se les notan las venas grises. Te sustraen la energía. Les da rabia que tú seas de color marrón con labios rosas, les molesta que el sol salga todas las mañanas y que no anochezca a las doce del mediodía. 

    
     Debí haberme tomado una cerveza, si tengo metabolismo de lechuza debí haberme tomado una cerveza...

texto JACOBO SÁNCHEZ 
Septiembre 2011

miércoles, 31 de agosto de 2011

DÍAS FELICES

     Septiembre, las nubes vienen condensándose desde los mares, vienen haciéndose fuertes y van a cubrirte al menos unos cuantos días. Debes tener paciencia porque son persistentes, tienen aguante de verdad y su gris es oscuro y espeso. 

  
   Empieza una nueva temporada, niños gritando en los patios de los colegios, tanoréxicos regresando a sus puestos de trabajo, con todas las células de la piel muertas, pero así engañan a todos como que se lo han pasado bien. En realidad han sufrido más de la cuenta en agosto, no solo por el sol rebañando sus pieles, si no porque sus cuentas corrientes lloran en silencio. El tipo del banco no dudará en darles la bienvenida...
    
    Septiembre y sus lluvias desbocadas, sin control. Arroja agua como si se le escapara sin querer, derrames de  vez en cuando. Tranquilo que aún no hace frío, puedes empaparte y sacudirte como un perro. Continúa con lo que estabas haciendo, ¿o no estabas haciendo nada?.
     
     Bueno, la vida sigue en lo que te adaptas y no a la nueva temporada. Para los que nos gusta en mal tiempo se nos escapa una sonrisa maliciosa. Ya están aquí los días felices.



 texto JACOBO SÁNCHEZ 2011

sábado, 20 de agosto de 2011

CUANDO REGRESAS

     Cuando regresas todo sigue en el mismo sitio, todo espera fiel. La lavadora, las plantas con las hojas agachadas, tristes, las cañerías sedientas, todo está ahí, son tus cosas, eres su dueño y bueno, no es que eches de menos a una cañería, pero es tu cañería y te espera. Todo espera. Las manecillas del reloj, el bote de pimentón, la balleta acartonada y las cartas del buzón. Y lo más curioso, ¿por qué siempre aparece una avispa muerta en medio de la cocina? ¿Acaso estaba allí cuando me fui? ¿Por dónde ha entrado? Sea lo que sea es tu avispa tiesa y la lanzas por la ventana recogiéndola con un folleto de comida china.
Una ventosa con un calendario yace en el suelo, con Julio ya caducado.



texto Jacobo Sánchez
foto   Jacobo Sánchez

martes, 26 de julio de 2011

RESISTIENDO

     - Por aquí hace tiempo que no viene nadie, no interesan estas tierras. Cuando nos marchitemos los cuatro ancianos que quedamos esto se convertirá en maleza, un maldito secarral de polvo, hojarasca y pipas revenidas. Estoy viejo amigo, jodido y viejo, aburrido del sol y del viento del sur. De los surcos y hormigas, de mis entradas en la frente, de la gente como tú que todo lo quiere saber. Tanto girar para qué... Anda joven, vuelve a tu casa y escucha lo que te digo: "guárdate del sol, no lo olvides nunca".

     -¿Qué me dices de la luna, amigo?


     - Eso tendrás que preguntárselo a un búho, ¿no crees?.




Texto JACOBO SÁNCHEZ Julio 2011.
Foto   JACOBO SÁNCHEZ (Maizal en la provincia de Málaga Agsoto 2010).

viernes, 8 de julio de 2011

jueves, 7 de julio de 2011

UN MAL PASO

     Los vecinos se habían marchado, al sur, en busca de un poco de sol. Todas sus discusiones y su energía negativa no cabía en sus maletas. Aproveché la tranquilidad de mis muros para descongelar el frigorífico y echar un buen filete rosa en la sartén. Había comprado una puta tonelada de carne fresca y no tenía tiempo material para comérmela toda, pero el perro del patio de abajo era mi amigo.

     Y después de hacer la carne rosa me senté a ver la televisión, hacía tiempo que no la encendía y estaban pasando una película de esas en las que un tipo que lo tiene todo empieza a jugar con fuego. Lo típico; escenas apoyado en la barra de un bar, su mujer probando humanos nuevos, lluvia, esa melodía tranquila de fondo con una voz femenina susurrando en francés, más lluvia, otra vez la barra del bar, paseos por callejones, putas de cincuenta años merodeando, discusión con el jefe, discusión con su hermano y finiquito del jefe. Mudanza, alquiler de habitación en las afueras, empotrada elegante contra un contenedor de basura con airbags fuera, imágenes empeñando un reloj de oro por un puñado de billetes, amagos de ataques extraños al hígado o al corazón o algún órgano blando. Y luego otra vez las putas de cincuenta años y esa música suave regándolo todo.


     Cuidado amigos, que un mal paso en falso y acabas viéndote la tibia y el peroné en perpendicular a tu fémur. Cuidado con las melodías en francés. Cuidado joder.

     Luego, un documental de chorros de gas explotando hacia afuera a doscientos mil kilómetros por hora para crear nebulosas me dejó un poco encogido, ¿por qué todo eso?, ¿por qué hidrógeno y helio, nitrógeno y oxígeno?, ¿por qué do, re, mi, fa, sol, la, si?, ¿qué demonios es un cuásar?,¿por qué tengo que descongelar yo nada?
     Tened cuidado.


Texto Jacobo Sánchez
Julio 2011

domingo, 19 de junio de 2011

EL PACTO por Javier Sánchez.

     Ya puedes descargarte el gratis el relato de cinco capítulos "El pacto" de Javier Sánchez, sin duda literatura de la buena, frescura en el panorama literario, misterio, suspense trenzado por entregas. 
                                         

                                              Pincha en el enlace para descargarlo
                                              http://elpactorelato.wordpress.com/



“…Pasaron un par de minutos eternos. Verónica cerró el grifo y alargó el brazo para hacerse con una toalla con la que cubrió su cuerpo. Luego, salió con cuidado de la ducha. Todo estaba en silencio. El vaho apenas la dejaba ver. Pasó su mano sobre el espejo para ver su rostro reflejado. Esta vez su mirada delataba su nerviosismo, preguntándose qué era aquello que había creído escuchar. Qué sucedía al otro lado, en la habitación en sombras. 
Con mucho cuidado puso su mano sobre el pomo y abrió la puerta del cuarto de baño. Lo hizo en silencio. No hubo un solo sonido ni chirrido. Ante sus ojos, todo parecía estar tal y como lo había dejado, aunque ahora tenuemente iluminado por la débil luz de la bombilla que se abría paso por el vapor de agua…”

El pacto, capítulo I, Verónica.



jueves, 16 de junio de 2011

TRANSPARENTE


Esto es algo transparente. Los cristales de tu casa son más bien otra cosa. Corre las cortinas si no quieres ver la realidad, pero las cosas que dejamos atrás siempre esperan, siempre. 
Algunas crecen.

     Texto Jacobo Sánchez
      Foto  Jacobo Sánchez 
(sierra de Gredos Junio 2011).

martes, 7 de junio de 2011

LA MELENILLA AMARILLA


      Había estado hurgando durante horas en el trastero y se había reencontrado con su querido pino sintético, de esos que tienen ramas plegables y sirven de un año para otro. Y tenía por allí también una caja con una estrella grande plateada y varias bolitas frágiles y de colores, y como quiera que el viejo Fred no tenía nada que hacer, pensó que sería buena idea decorar el salón con el árbol de navidad.
     Y fue así como llegaron las cuatro de la tarde y alguien llamó a la puerta. Fred fue a ver quién era. Caminó lento por su moqueta verde con su lamentable aspecto. Olía a orín y andaba descalzo dejando ver sus dedos montados uno encima del otro. Lucía una melenilla amarillenta y tenía algo de pelusilla en el pecho. Cuatro pelos blancos. Abrió por fin.
-Fred, aquí tiene las llaves del cuarto de la limpieza. Ya sabe que ahora también hay que limpiar los cristales de la puerta de la calle los viernes. Lo demás como siempre, barrer y fregar las escaleras y cuando termine el lunes le pasa las llaves al vecino de arriba.
      Era Flora, la vecina de abajo.
-Flora, ¿puedes entrar un momento? –  dijo Fred tranquilamente.
-¿Necesita ayuda?
-Sí, pase un momento. Es allí, en la cocina.
      Flora siguió al viejo hasta la cocina atravesando el salón.
-¡Dios mío Fred! ¿Aún no ha quitado usted el árbol de Navidad? ¡Estamos a trece de agosto!
      Fred no hizo el más mínimo caso, seguía a lo suyo.
-Se trata de esas latas de atún –  dijo -, no consigo abrirlas.
-¡Oh! Déjeme a mí.
      Flora cogió el abridor y empezó a perforar la lata.
-¡Santo cielo! ¡esto apesta! Uff, por lo menos hace diez años que ha caducado. -¿Come usted bien, señor Fred? – dijo dándose la vuelta.
-¡Se acabó! –  dijo Fred en el mismo momento que la golpeó con una olla a presión de acero inoxidable.

      Flora cayó encima de la mesa tirando el frutero vacío. Luego fue escurriéndose poco a poco hasta quedar tumbada en el suelo con la boca abierta. Fred soltó la olla y fue al salón, cogió una silla, se subió en ella y colocó la estrella plateada en lo alto del pino, luego volvió a la cocina, se agachó y puso el oído en el pecho de Flora. No oía nada, pero es que tampoco era capaz de oír a veces el teléfono. Agarró las muñecas regordetas de su vecina de abajo e intentó localizarle el pulso. Nada. Probó con la aorta. Tampoco. Sonó el teléfono y esta vez sí que lo oyó.
-¿Fred? Soy Sam.
-¿Eres Sam? –  dijo Fred – te he reconocido la voz.
-Escucha Fred, tienes que venir a mi casa inmediatamente, ha ocurrido algo terrible.
-Te he reconocido la voz – volvió a decir.
-Oye, es muy urgente, tienes que ayudarme, ven ya ¿me oyes? ¡Ahora mismo!
Sam colgó.
-¿Sam? ¿Sam, estás ahí? Se ha cortado, Sam.
      Colgó el teléfono y fue a su habitación a coger unos zapatos. Luego con un pequeño peine marrón se echó su melenilla amarillenta hacia detrás mojándosela un poco. Parecía un auténtico vagabundo. Estaba ya bastante viejo y le costaba caminar erguido. Además su cabeza no funcionaba bastante bien, por lo que le costó un poco encontrar la casa de su amigo. Dio un rodeo innecesario pasando por el patio de un colegio. Había varios niños pegados a la verja. Tenían caras rosas con pecas y no paraban de reír.
-¡Eh, viejo! – le gritaron.
      Fred volvió la vista hacia ellos. Los chicos se dieron la vuelta y se bajaron los pantalones. Ante él siete culos redondetes y blancos. Luego esos culos se cubrieron y los muchachos rompieron a reír a carcajadas.
-¿Habéis visto que cara se le ha quedado? –  dijo uno que parecía el cabecilla.
Apuesto un brazo a que se ha empalmado –  dijo otro.
      Fred siguió caminando y por fin dio con la casa de su amigo. Subió las escaleras y llamó al timbre. Sam abrió y le invitó a entrar.
-Adelante Fred, mi casa es tu casa – fue lo que  dijo exactamente.
-¿Desde cuándo? – preguntó Fred extrañado.
-Desde ahora mismo. Pero siéntate, no te quedes ahí de pie.
-Bueno - dijo sentándose -, y qué es eso tan terrible de lo que me hablabas.
-Ah sí, se me olvidaba. Prométeme que no te vas a asustar.
-Eso puedo jurártelo, Sam.
-Bien, pues resulta que estaba jugando con mi colección de soldados de plomo cuando sonó el timbre y fui a ver quién era. Resultó ser mi vecina. Necesitaba un limón para su arroz con leche o algo así.
      Fred observaba a su amigo. Tenía pelos largos que le salían de la nariz y también de las orejas. Sus ojos estaban arrugados y amarillentos y tenía esa barba de algunos cuantos días y esa camiseta de tirantes sucia. Otro auténtico vagabundo.
-Cógelo tu misma – continuaba diciendo Sam -, y se metió en mi cocina y buscó un buen limón en el frutero. Entonces y sin saber cómo... bueno, será mejor que lo veas tú mismo.
      Los dos ancianos se levantaron y fueron a la cocina. Allí tumbada había una mujer de unos treinta años, castaña, boca abajo, con unos muslos largos que sobresalían de la corta falda. Estaba inmóvil y un charco de sangre medio seco cubría gran parte del suelo.
-Está muerta, Sam.
-Eso parece.
-¿Con qué la golpeaste?
-Con la cafetera
-Con la cafetera... –repitió Fred.
-Sí, eso es.
-Un buen golpe.
-Gracias.
-Dime, ¿por qué lo hiciste?
-No sé, ¿qué importa ya eso? Oye Fred ¿qué vamos a hacer con ella?
-Nada.
-¿Qué quieres decir con eso de “nada”?
-Pues eso, nada. Coges tus cosas y te vienes a mi casa.
-Pero esto empezará a oler mal y esta chica tendrá familia o novio o alguien la echará en falta, llamarán a la policía, interrogarán a todos los vecinos y si yo no estoy sospecharán de mí. No podemos esperar a que se seque como una uva pasa, hay que hacer algo ya.
-Bueno, se me ocurre una cosa, es la única solución.
-Quiero oírla.
-Bien, ¿sabes cómo se curan los jamones? Los jamones se meten en sal y se dejan así algún tiempo, nada más. ¿Has visto alguna vez un jamón podrido? Es uno de los métodos de conservación más antiguos.
-¿Quieres decir que debemos salar a mi vecina?
Sí, eso quiero decir. Pero primero hay que sacarle las vísceras, sólo podemos salar la carne.
-¡Dios mío! Si no se pudre se convertirá en una momia. ¿Qué hago yo con una momia en mi casa? ¿Y qué hacemos con las tripas de la chica, tambores o chorizos?
-No te preocupes por eso.
      Fred cogió a Sam del brazo y le llevó hasta el salón, abrió la puerta del balcón y salieron. Fred señaló el patio del bar de abajo. Había un enorme perro sucio y de mala hostia.


-¿Ves ese perro sucio y de mala hostia? –  dijo Fred.
-¡Joder! Eres un profesional de esto, ni siquiera yo me acordaba de ese jodido perro.
-El se va a comer todas las tripitas de la chica.
-Estupendo, vayamos a por la sal.
-Los dos amigos se arrastraron hasta la tienda de Lou, a la vuelta de la esquina.
-Oye Lou, necesito 60 o 70 kilos de sal gorda –  dijo Sam.
-¿Qué demonios vas a hacer? ¿una estatua de sal? – preguntó Lou.
-No, no, nada de eso. Voy a asar un hipopótamo.
-Oh, ja, ja, ja, eso ha tenido gracia –  dijo Lou – mucha gracia.
Lou era medio gilipollas, aflojó la mercancía sin problemas.
-Si te sobra algún moflete acuérdate de mí, Sam. Oh, ja, ja, ja.
-Lo haré.
      Los dos viejos salieron de allí con la sal, apenas podían con ella.
Casi 40 grados, asfalto pegajoso, moscas pegajosas, posibilidad de freír un huevo sobre el capó de un coche, cucarachas multiplicándose geométricamente en las cloacas, ratas siguiendo el ejemplo de las cucarachas, ratas como cerdos, temibles. Así estaba el panorama aquella tarde en la que el viejo Fred y su amigo Sam introdujeron la sal en casa de este último. Empezaron a abrir las bolsas y a vaciarlas en la bañera. Entonces Sam sintió la necesidad de hablar y así lo hizo. Parecía estar perdiendo la memoria, a veces decía cosas que no venían a cuento, que no eran ciertas o que eran tan ridículas para un hombre de su edad que daba vergüenza ajena escucharle.
-Escucha Fred – comenzó – he leído que si a las babosas las cubres de sal se desintegran poco a poco convirtiéndose en una gran baba viscosa.
-¿Qué quieres decir con eso?
-Pues que si nuestro cadáver...
-¿Cómo que nuestro? – interrumpió Fred enojado.
-Bueno, si mi cadáver, o sea, si esa chica se desintegrase al meterla en la bañera, significaría que es una babosa.
      Fred observó durante un rato a su amigo con el semblante serio.
-¿Te encuentras bien, Sam? –  dijo finalmente.
-Quiero papilla – respondió Sam tajante.
-¿Cómo dices?
-Señorita Murphy, no me pegue más con la regla – añadió segundos después.
      Fred seguía mirándole atónito. Se dio cuenta de que la demencia   senil se estaba cebando poco a poco con su mejor amigo.
-Oye Fred ¿quieres que coja a ese capullo y le pegue tres tiros en el culo? – sugirió Sam totalmente ido.
-No es necesario –  dijo Fred agarrándole del brazo -. Ven, será mejor que te sientes en el sofá un rato.
      Le dejó allí plantado, con las manos en las rodillas, con la expresión ausente, con su cerebro roto.
Fred desnudó al fiambre, lo rajó con un cuchillo carnicero y fue sacando las tripas poco a poco y echándolas en un cubo de plástico. Tenía arte y nada de asco. Había trabajado toda su vida en un matadero y para él ver unos cuantos metros de intestino enredados era como para un payaso ver una nariz de plástico roja. Arrancaba el páncreas, el estómago y el hígado con desparpajo mientras Sam parecía volver en sí.
-Era guapa, ¿verdad? –  dijo desde el salón.
-Sí, sí, lo era. Voy a tener que romperle unas costillas para trabajar mejor, oirás un chasquido fuerte –  dijo en tono alto.
-Vale, no te preocupes. Y dime ¿qué estabas haciendo cuando te he llamado?
      Sonó el chasquido y Fred pudo enganchar mejor el pulmón izquierdo mientras intentaba acordarse de lo que había estado haciendo.
-Creo que estaba comiendo –  dijo poco convencido.
-¿y qué era lo que comías?
-Patatas con peras, ya lo recuerdo.
      Sam se quedó un poco extrañado con la contestación. Pobre Fred, pensó, está perdiendo el juicio, habrá que seguirle la corriente.
-He terminado de limpiar a la chica, ¿puedes echarme una mano? – se oyó desde la cocina.
-Claro.
     La cogieron de pies y manos y la llevaron hasta la bañera. Luego siguieron abriendo bolsas de sal y vaciándoselas encima, vaciándoselas dentro y entre los huecos de los ojos.

-Sam, necesitarás al menos 50 kilos más. Cómpralos en distintas tiendas para no levantar sospechas.
-Lo haré.
-Bien, ahí tienes el cubo con las vísceras, en cuanto anochezca échale unas pocas al perro y el resto guárdalas en la nevera. En tres días se habrá ventilado todas, ese perro no ha comido desde que nació, de ahí su mala hostia. Tendrás que fregar el suelo, yo me ocuparé de hacer desaparecer la ropa.
-¿Eres mago? – preguntó Sam sorprendido.
-Olvídalo, he de irme, acabo de recordar que tengo que fregar el portal y las escaleras de mi casa. Vigila el fiambre y mantenme informado. En cuanto esté curadito lo cortaremos en pedazos y lo iremos bajando poco a poco a la basura.
-No sé como agradecerte esto.
-No tienes por qué hacerlo Tom, para estos casos estamos los amigos.
      Volvió a fallar su cerebro, Sam lo comprendió y no  dijo nada. Se sentó en el sofá y esperó a que anocheciera. Cuando lo hubo hecho abrió la nevera, cogió el estómago y lo lanzó por la ventana. Apagó las luces y se metió en la cama. El estómago se quedó en el tejado de la casa de al lado, mal cálculo.
      Mientras, Fred ya había saneado su portal y había terminado de colocar las bolas brillantes en el árbol. Se había tumbado a ver un documental sobre arañas en la tele y se había quedado dormido. A las dos de la mañana despertó con un rugido de tripas majestuoso. Se dio cuenta de que no había comido en todo el día, así que fue a la cocina en busca de alguna lata sin caducar. Fue así como se encontró con su vecina muerta.
-¡Hostias! ¿y esto? Tengo que contárselo a Sam inmediatamente, menuda coincidencia.
    Se quedo un rato pensativo.
-¿Quién lo habrá hecho? – se preguntó.
      Luego descolgó el teléfono y marcó.
      Sam salió de la cama, enganchó 85 centímetros de intestino delgado y los tiró por la ventana al patio del perro sucio y de mala hostia. Cayó en el tejado de la casa de al lado. Los pájaros harían el trabajo. Luego descolgó.
-No vas a creerte nada –  dijo Fred -, tengo un fiambre en mi cocina.
-Señorita Murphy – se oyó -, Toni se ha meado dentro de mi estuche.
      Fred colgó, se calzó sus zapatos, chupó la palma de su mano y se echó un poco hacia atrás su melenilla, bajó a casa de Flora y llamó a la puerta. Esperó allí un par de minutos, volvió a llamar y nadie le contestó. Probablemente el señor Arthur estaría trabajando de noche en la fábrica de harina, así que Fred subió a casa, cogió papel y bolígrafo y empezó a escribir.

Señor Arthur:
He encontrado el cadáver de su mujer en mi cocina, no quiero molestarle pero por favor, pase a recogerlo lo antes posible.
                                                             Un saludo, Fred.

      Dobló la nota y fue a meterla por debajo de la puerta de Arthur. Decididamente el tacto no era la mayor virtud de Fred. Luego subió a su casa y volvió a hurgar en el trastero. Allí encontró su viejo tren eléctrico, con todos esos vagones de correos, de carbón, de literas, con semáforos, puentes, estaciones y tanques de agua. Lo sacó todo y se puso a montarlo. No cayó en la cuenta de que iba camino de su tercer día sin comer. Si seguía sin meter proteínas al cuerpo acabaría perdiendo hasta su melenilla amarilla. Luego volvió a sonar el teléfono.
-Aquí el Jefe de estación Fred, ¿algún problema?
-Perdone, pensaba que era la casa de la señorita Murphy.
-Aquí no hay señoritas, ¡ y no vuelva a llamar, tenemos mucho trabajo!
Colgó. Al otro lado de la línea un anciano arrojaba tripas frescas a diestro y siniestro a través de su balcón.
- Guau, guau – podía oír desde su casa -, guau, guau.


  Jacobo Sánchez
         © copyright
    Publicado Año 2000
                 

miércoles, 1 de junio de 2011

EN ZAPATILLAS...

...Cuando sea mayor
bajaré al bar en zapatillas.
¡Oh, Dios que si lo haré!
de ese pelo bajaré
al bar
yo
en zapatillas.

texto Jacobo Sánchez 1999.

martes, 31 de mayo de 2011

CAPITULO 30 (avance nueva novela aún sin título).


¿Qué eran para Ulises unos cuantos grados bajo cero? ¿Cuál era el problema? Su panadería era dulce y templada, con un gran horno que lo calentaba todo, y tenía harina y leña para resistir en serio. Muchas veces se imaginaba que si la cosa se ponía cruda la gente empezaría a aporrear la puerta de madera de su local en busca de pan y calor, intentando entrar como los zombies de las películas para estirarle unos de los brazos y otros de las piernas hasta partirle en dos y hacerse una empanada con sus tripas. Esas cosas pensaba Ulises en sus madrugadas amasando pan y fortuna para retirarse a Italia a tostar su panza bajo algún volcán. Por si acaso, tenía una traviesa de la vía del tren para atrancar la puerta bien y preparado un buen tablón injertado de clavos oxidados. Eso por si había que abrirse camino entre los muertos crujiendo cráneos secos. Él era panadero y nadie le iba a seccionar por el ombligo para acariciar sus riñones, nadie iba a impedir que se paseara en mangas de camisa con su furgoneta y sus cestos llenos de panes.


Desconfiaba un poco de su ayudante nuevo, un muchacho blanco y serio que se mimetizaba con la harina. Era serbio y se llamaba Ivan. Cada vez que pasaba con su mirada ausente por detrás de Ulises, éste no le perdía de vista con el rabillo del ojo por si acaso le mataba allí mismo y se quedaba con su negocio.
-Ivan, mueve esos carros y vigila el horno.
-Yo vigilo el horno, señor. No se preocupe de nada.
-¿Por qué hablas tan bien mi idioma?
-Yo aprendo rápido, señor. Yo observo mucho.
-Eso es lo que me asusta…Vigila ese pan, tiene que subir, ¡tiene que subir hasta el cielo!
 Puso un poco de música en la radio, el negocio marchaba. Sha la la la la la la.



texto Jacobo Sánchez 2011

sábado, 21 de mayo de 2011

POR EL HUMEDAL

     Seguí caminando, buscando un buen lugar donde retirarme una temporada. La cumbre incandescente estaba bien para la primavera, la isla de la carpa albina para el verano, pero un buen humedal para el entretiempo, para mis huesos huecos como tubos es lo que andaba buscando en realidad. Por las montañas, por las costas, por la pradera del caballo siamés de ojos brillantes, saludando chumberas, hablando con las lechuzas del bosque, sin darme cuenta casi, llegué a mi humedal transparente, con cascadas esparcidas como cabellos de muchacha.
     Aquí sí, aquí me quedaré. Eso si me deja el tritón de las orillas...


foto Jacobo Sánchez
(río Júcar, Cuenca. Mayo 2011)

jueves, 19 de mayo de 2011

FEO

   
  "Eres más feo que un pollo recién nacido" 


Foto Jacobo Sánchez 
(golondrina mayo 2011)


sábado, 7 de mayo de 2011

HARTO

     Cansado de tanto misticismo, del no me encuentro bien, de la palabra agobio que le comía por dentro cada vez que la oía, de bolsas con ropa nueva, de cajas con zapatos nuevos, de velas, inciensos golosos, infusiones raras, música chill out, prisas, cansancios, más agobios, todo bajo en grasa, todo sin gluten, ni un puto filete rosa en el plato. Harto de mil frascos en el baño sin terminar, invadiéndolo todo, planchas para el pelo, secadores rotos, raspones en el coche, siete millones de llamadas de teléfono a todas horas, sábanas con encaje, cuadros con flores, prisa, prisa a todas horas. Hoy no puedo, hoy tengo curso, hoy reunión, envidias femeninas, maldad femenina, superficialidad femenina, una estúpida posesión de la verdad, un rumbo perdido, el yo soy así y necesito mi espacio.
     ¡Pues ahí tienes tú espacio! Había oído que tarde o temprano a ella también le pasaría, pensaba que era distinta, pero la genética y la naturaleza no falla nunca. Madre con nariz de gancho, hija con nariz de gancho, eso no falla nunca.
     Bajó su maleta y metió sin mucho cuidado la poca ropa que esperaba hacinada en el único cajón que ella le había cedido. Olía a bolitas para dar por el culo a las polillas y a paraguas mojado. Lo metió todo en su maleta azul y se dispuso a volver a la sociedad, demasiados años raptado sin discutir por nada le empujaban a marcharse.
     Pasó por la cocina y allí estaba ella, sobando un pescado que acabaría en el horno abierto en dos. La botella de vino blanco ya estaba descorchada.
     - Me voy -dijo él.
     - Estoy preparando pescado, no tardes.
     - Me temo que hoy cenarás sola. Bueno y mañana también... tal vez pasado. Puedes llamar a tu amiga esa que todo lo sabe, la gran consejera, la que se piensa que nació con la verdad grapada al culo y el sentido de la amistad aleteando por donde pisa. Puedes hacer mil cosas esta noche, vía libre, pista, luz verde, domingo en casita al fin, yo qué sé...
     - Pero...
     Cogió la botella de vino blanco, echó un trago y la calle era para él. Abrió los pulmones para respirar el humo de los coches, miró a una chica que pasaba por la otra acera y era guapa y extraña ,mientras los charcos y las farolas jugaban a reflejarse.
     Hoy la noche está bonita y mañana ni te cuento. Allá se fue esquivando charcos.






Jacobo Sánchez mayo 2011.