sábado, 7 de mayo de 2011

HARTO

     Cansado de tanto misticismo, del no me encuentro bien, de la palabra agobio que le comía por dentro cada vez que la oía, de bolsas con ropa nueva, de cajas con zapatos nuevos, de velas, inciensos golosos, infusiones raras, música chill out, prisas, cansancios, más agobios, todo bajo en grasa, todo sin gluten, ni un puto filete rosa en el plato. Harto de mil frascos en el baño sin terminar, invadiéndolo todo, planchas para el pelo, secadores rotos, raspones en el coche, siete millones de llamadas de teléfono a todas horas, sábanas con encaje, cuadros con flores, prisa, prisa a todas horas. Hoy no puedo, hoy tengo curso, hoy reunión, envidias femeninas, maldad femenina, superficialidad femenina, una estúpida posesión de la verdad, un rumbo perdido, el yo soy así y necesito mi espacio.
     ¡Pues ahí tienes tú espacio! Había oído que tarde o temprano a ella también le pasaría, pensaba que era distinta, pero la genética y la naturaleza no falla nunca. Madre con nariz de gancho, hija con nariz de gancho, eso no falla nunca.
     Bajó su maleta y metió sin mucho cuidado la poca ropa que esperaba hacinada en el único cajón que ella le había cedido. Olía a bolitas para dar por el culo a las polillas y a paraguas mojado. Lo metió todo en su maleta azul y se dispuso a volver a la sociedad, demasiados años raptado sin discutir por nada le empujaban a marcharse.
     Pasó por la cocina y allí estaba ella, sobando un pescado que acabaría en el horno abierto en dos. La botella de vino blanco ya estaba descorchada.
     - Me voy -dijo él.
     - Estoy preparando pescado, no tardes.
     - Me temo que hoy cenarás sola. Bueno y mañana también... tal vez pasado. Puedes llamar a tu amiga esa que todo lo sabe, la gran consejera, la que se piensa que nació con la verdad grapada al culo y el sentido de la amistad aleteando por donde pisa. Puedes hacer mil cosas esta noche, vía libre, pista, luz verde, domingo en casita al fin, yo qué sé...
     - Pero...
     Cogió la botella de vino blanco, echó un trago y la calle era para él. Abrió los pulmones para respirar el humo de los coches, miró a una chica que pasaba por la otra acera y era guapa y extraña ,mientras los charcos y las farolas jugaban a reflejarse.
     Hoy la noche está bonita y mañana ni te cuento. Allá se fue esquivando charcos.






Jacobo Sánchez mayo 2011.

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