lunes, 23 de julio de 2012

POSADOS EN EL SOFÁ

     Entró y se posó en el sofá, era de piel blanca y aspecto sano, traía pasteles pero yo ya no tenía café. 
     - ¿Me siento? - preguntó suavemente.
     - Claro, hazlo. Si te gusta el sofá puedes quedártelo. Puedes quedarte con todo lo que veas, yo no lo necesitaré.
     - Sólo quería ver qué hace una persona antes de cambiar de rumbo. Pensé que tal vez estarías acurrucado en una esquina, te imaginaba descalzo y sentado pero ya veo que no.
     Luego el silencio desnudó un ruido de cañerías y un portazo lejano, no eran más que ecos de vidas ajenas.
     - He traído pasteles, me gustan los pasteles. Me como dos y luego me tumbo descalza y pienso en lo que voy a hacer el resto del día.
     Cogimos pasteles, dos cada uno y nos tumbamos descalzos a pensar. Luego apoyó su cabeza sobre mi hombro y olió mi jersey.
     - Huele bien -dijo.
     - Sí...
     - ¿Cuándo te vas? 
     - En cuanto anochezca, lo mio es la oscuridad ya sabes...
     Nos miramos los pies, los míos eran mucho más grandes y con más huesos, los suyos redondos y graciosos.
     - ¿Te podré escribir?
     - Puedes hacerlo.
     - Te mandaré una carta todos los lunes, aunque no tenga nada que contar meteré una hoja en blanco en el sobre y sabrás que estoy ahí.
     - Te contestaré todos los miércoles y te engañaré si todo me va mal.
     - ¿Comemos otro pastel?
     Cominos otro pastel, se arrimó un poco más y se abrazó sin hacer mucha presión, fue algo tímido. Olía a manzana y a niña pequeña.
     - He decidido que me quedaré aquí hasta que te marches, eso es lo que voy a hacer esta tarde, quedarme aquí.
     No dije nada. Poco después se quedó dormida y tapé sus pies con un jersey. Sin darme cuenta acababa de ocurrir otra de las grandes verdades, las cosas buenas siempre llegan cuando decides marcharte.


texto JACOBO SÁNCHEZ
JULIO 2012

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