lunes, 3 de septiembre de 2012

VIDAS VACÍAS

     Nunca nadie le describió tan bien, nadie dio tanto en el clavo, si a algo se parecía su presencia desde luego era a eso. Si era imposible sacárselo del cerebro es porque tenía que estar ahí. Era serio como el sonido de un cable de acero estirándose e imponente como el ruido lento de un buque hundiéndose. Tenía más magia que una frontera y calcular su edad era complicado, sobre todo de espaldas.

     Recuerdo que fue una noche de otoño, la niebla había rizado su pelo y mojado sus pestañas. La niebla hacía que pareciese una aparición. La niebla entraba en los huesos de las personas que se cruzaban con él. Estaba allí tranquilo, hablando de cosas sencillas, cosas que hacían pensar. Sin saberlo iba llenando vidas vacías mientras se vaciaba imperceptiblemente, si seguía así habría que rellenarlo con algo. La muchacha le describió muy bien, casi podías imaginarlo charlando allí con sus gestos dulces y su voz calmada, podías tocarle la cara si cerrabas los ojos. La muchacha estaba entusiasmada contándolo todo.
     - Estaba ahí, de pie, y sonreía. Sonreía mucho y sus ojos eran..., eran como de agua.
     - ¿De agua?
     - Sí, de agua. Agua salada, y tenía gotas de niebla en el pelo y pelo pegado a la frente.

     Tal vez todo eso era cierto, verdadero como que se sintió demasiado hueco al marchar. Necesitaba cargarse por dentro antes de seguir regalando vida, necesitaba un relleno y que no fuera de anchoa.


texto JACOBO SÁNCHEZ
Septiembre 2012

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