domingo, 13 de marzo de 2011

CAPÍTULO 23 (nueva novela aún sin título)



     La bañera de Esmeralda era vieja y grande, con patas retorcidas. A menudo un bicho plano con demasiadas piernas y una especie de tenaza rematando su cuerpo gris, se atrevía a adentrarse hasta el medio de ella saliendo desde el desagüe. Si notaba la presencia de Esmeralda por allí cerca salía perdiendo el culo hasta su agujero y entonces ella abría el grifo del agua caliente y dejaba correr toda aquella cascada tibia unos minutos, intentando arrastrar a ese ciempiés escurridizo hasta el mar, pero siempre volvía al cabo de un par de días. Plano como un rodaballo, siempre andaba por allí, cerca de la mancha marrón que dibujaban las gotas que saltaban desde el grifo cada cierto tiempo. Saltaban de una en una porque si no no serían gotas, serían chorros, y ellas querían ser gotas, independientes. 

     Esmeralda bautizó al bicho “tijeras”, por el utensilio que llevaba pegado al culo. Siempre que iba a ducharse estaba por allí dándolo todo, de regreso. A veces hablaba con él. 
  
   - Tijeras, eres un tipo con suerte. No sé cómo lo haces, pero eres un tipo con suerte. 
     El bicho escuchaba ya desde su agujero, a salvo, mojado. Distancia por si acaso. 
     - Me caes bien, además no me das miedo. 
    Luego se quitaba la ropa Esmeralda y su piel estaba impregnada de todo el sol de México. Le hubiera gustado tener la piel gris, como la de Tijeras. A Tijeras le hubiera gustado ver su cuerpo de arcilla, pero iba ya camino del océano hecho una bola. Saldría también de aquella. 


                                                                                               Jacobo Sánchez


No hay comentarios:

Publicar un comentario